El relámpago
los ciega
por una eternidad
breve,
de papel.
Al fondo
el paisaje,
aquí la mesita,
el traje de marinero,
el naufragio de su niñez.
Se asoma
a la barandilla
con pañuelo
en la alta mano.
Ya
apenas se le distingue,
no es el mar
el que se la lleva.
Oscurecidos
en togas y birretes,
no se les adivina
lo de la luz
del saber.
Disfrazado
de Neptuno
tridente
hipocampo
escamas
como traje
se hunde
en la observación
de su cuadrado límite
desigualado por el fuego.
Permanece
con la boca abierta
los músculos faciales tensos
exaltado
en un mudo discurso
que escuchamos
viéndolo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario