domingo, 20 de febrero de 2011

Desde el haikú y la memoria

La Lluvia de Hojas de hoy sale tarde como la luna. Pero busca no perder la disciplina de nuestro puntual satélite. En él se juntan, como siempre, reflexión poesía y relatos.

En la reflexión que abre el blog se revisa a un titulo personalísimo mi descubrimiento del haikú. Algunas acotaciones que no agotan el tema sino que sugieren un inicio del mismo.

Luego un relato de Un largo olor a muerto (1980) prosigue la experiencia. El relato ha sido revisado mas es el mismo en esencia del de aquel año.

Cinco haikú –no podían faltar- terminan la Lluvia de hoy. Es el ejemplo perfecto de lo que hablo en ese sentido.

Que el lector se refresque con esta suave lluvia de la noche.

La explosión del haikú



Lejos de querer revisar un fenómeno de moda, deseo encontrar las raíces del haikú, que con sus diecisiete sílabas ha estallado en mí. Vino para quedarse. No me refiero a las antiguas bases centenarias del los versos de Basho o Bonshoo, sino ese renacer poético en mi interioridad de una forma métrica sencilla pero de complejo y sintético significado. Trataré de creer mientras hablo en voz alta que el lector se interesa por mi historia.

Recuerdo distantes las primeras lecturas de este magnífico arte del poema. Tan lejanas ya que el olvido tomó por asalto esa zona de mi mente. Fue un encuentro casual a los diecisiete años, en una librería ya inexistente, llevado de la mano por mi interés en lecturas de japoneses. Pero no eran exactamente lecturas de poetas sino de filósofos y terapeutas de ese país. Mas fue inevitable el deslumbramiento del encuentro con los tres maravillosos versos.

Tiempo después, Borges y Cortázar me indicaron la extraordinaria fuerza del haikú. Un solo verso valdría el título de un libro de Cortázar: Salvo el Crepúsculo. Y 17 haikú consagraban nuevamente a Borges como un poeta excepcional en todos los campos de la poesía. No en vano diecisiete haikú de diecisiete sílabas exactas conformaban una experiencia absolutamente vital. Luego en otros grandes autores, Octavio Paz, Benedetti, la forma poetica adquiría nuevos giros.

Al final me atreví a hacer los primeros hace unos diez años, más o menos. Tímidamente al principio y ahora con más arrojo que prudencia, como debería recomendar ese tipo de poesía, me decido a captar el mundo de esa manera.

El haikú es un arte marcial de la palabra. Tiene la exigencia de la métrica como conductora de una forma que ha de contenerse, antes que expandirse. Y además la síntesis y la sorpresa deben dirigir su contenido. Otras reglas se han perdido en el tiempo. Pero para qué necesitamos más, disciplina y síntesis. Sentir, percibir, pensar y expresar con exactitud, elegancia y brillo. Al menos ese es el reto de mi propia explosión del haikú.

Su mirada está perdida



Partió con la promesa de regresar en la tarde con los detalles de la boda y sus aportes al hogar.

En esas horas vespertinas anunciadas con un horroroso presagio, ella lo espera en el balcón de un piso alto, sabiendo ya que su mirada está perdida.

Sólo contempla los aviones que regresan con las últimas luces.

Le dijeron tempranamente que en una aeronave había huído.

No lo creyó hasta que aprendió forzosamente a ver el futuro por las repeticiones de un sueño que alguna vez había sido pesadilla.

Se mece ahora, queda, en la espera que nunca ha de terminar, queriendo apresurar el cumplimiento de la premonición.

Pero tantos años de tardes no le han servido para ver caer sino hojas de árboles algunas lluvias y ni siquiera un pájaro.

De: Un largo olor a muerto (1980)

Cinco Haikú



La luna brilla

con el antiguo encanto

de la oscuridad



Luz de la noche.

Devuelve mi reflejo

la luna llena.



Un ave pasa
El cielo azul se rasga
Cae asombro!



Este sendero,

agreste y empinado,

termina en cumbre.



Día tras noche
pasan oscuridades.
La luz sigue en mí.