Partió con la promesa de regresar en la tarde con los detalles de la boda y sus aportes al hogar.
En esas horas vespertinas anunciadas con un horroroso presagio, ella lo espera en el balcón de un piso alto, sabiendo ya que su mirada está perdida.
Sólo contempla los aviones que regresan con las últimas luces.
Le dijeron tempranamente que en una aeronave había huído.
No lo creyó hasta que aprendió forzosamente a ver el futuro por las repeticiones de un sueño que alguna vez había sido pesadilla.
Se mece ahora, queda, en la espera que nunca ha de terminar, queriendo apresurar el cumplimiento de la premonición.
Pero tantos años de tardes no le han servido para ver caer sino hojas de árboles algunas lluvias y ni siquiera un pájaro.
De: Un largo olor a muerto (1980)
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