domingo, 14 de noviembre de 2010

De la brevedad y el cambio



La Lluvia de Hojas de hoy es fugaz pero trae reflexiones que nos empapan de vastos sentimientos e ideas que en la mente del lector serán claras. Tras ella, tal vez se abran las nubes y salga el sol. O la luna, aunque parezca que el tiempo no es propicio. Es posible que después siga lloviendo pero ya habremos visto, de nuevo, que el cielo se despeja.

En el primer texto o pretexto, mejor dicho, el tiempo será una metáfora para el cambio. Los ciclos de la naturaleza se aplican a nuestro contexto interior. Así que la lluvia es imagen de un necesario fenómeno para nuestra nutrición o transformación.

El relato que le sigue aborda una selva interminable y en ella recorre un proceso de búsqueda. El protagonista tal vez encuentre lo que busca, pero siempre de otra forma, sin saberlo sino después muchas elucubraciones.

Los tres poemas de brevedad exploran en otro lenguaje lo que significa ese término en la vida humana. Brevedad y eternidad se confunden en un instante.

Que al lector le sea de provecho esta breve Lluvia.

Buenos tiempos



Tal vez sea una exageración afirmar que vivimos en buenos tiempos. Incluso puede verse como un insulto para quienes sobreviven en guerra o en situaciones límite para su existencia.

No obstante, es necesario recordar que el buen tiempo se presentará inevitablemente en el momento en que lo necesitemos. No bajo la invocación de una fórmula mágica, sino como consecuencia de una actitud y aplicación lógica de un principio de la realidad. Todo pasa, todo estado se alterna, todo se mueve constantemente.

Visto así, es buen tiempo la lluvia y hasta la tempestad. Cada una con su función nutricia y liberadora de energías, purificadora de la atmósfera, equilibrio de los tensos ambientes que la precedieron. Es buen tiempo cualquier evento, sin que pierda para el humano su carácter terrible o aterrador. Porque de cada uno de esos acontecimientos se extraen no solo enseñanzas, que las hay en todo, sino concretos cambios en el curso de la existencia humana o del planeta.

Todo tiempo de cambio trae sacudidas de nuestro mundo interior, deslaves de nuestras ideas previas, decantación de conductas asentadas y marchitas. Siempre en nuestras vidas debemos acoger los tiempos de cambio con esa actitud abierta a nuevas interpretaciones. Todo pasa y deja algo. A cambio se lleva algo pero tal vez lo que no necesitábamos para lograr construir una mejor vida.

Más allá del simple optimismo, la observación de la naturaleza nos enseña que el ciclo es el ritmo de este mundo. También de nuestro mundo interior. No somos seres extraños a nuestro medio. Las mismas normas y leyes físicas nos regulan y se filtran hacia esa interioridad, transfigurándose en reglas similares, equivalentes.

Así, ante los tiempos amenazantes, más allá de lo simplemente evidente, siempre conservaremos la esperanza de un buen porvenir.

Selva ilimitada



Cuando penetré en esta selva buscando las fuentes de la abundancia, ya me habían advertido que nadie había podido salir de ella. Era obvio que se habían perdido para siempre, pues el tiempo que había transcurrido entre uno y otro aventurero y a la postre todos, ya excedía el promedio de la vida humana, sin que de ellos se hubiese tenido la más mínima noticia ni indicios de supervivencia. Mas yo pensé, adentrándome más allá de lo obvio, que probablemente algunos habían encontrado su propósito y bañados en manantiales de vida eterna y de riqueza no hubiesen querido regresar al limitado mundo de donde procedían.

Hoy después de haber perdido la cuenta de mi recorrido a partir de una noche en la que dormí exhaustivamente a la sombra de un oscuro árbol y desperté en otra noche lejana, arropado de hojas secas, ya todo el tiempo fue una confusión de la que prescindí en aras de mi cordura. En ese momento, cuando borré toda cuenta, llevaba ya once años y diecinueve días de recorrido. Pero no sabía por qué me parecía que eran solo once años, tal vez porque algunos días se me habían extraviado en circunvoluciones, a pesar de poseer una fórmula para ir siempre en línea recta.

Ya esa época es puro recuerdo distante. Sigo mi recorrido sin notar las señales de mi envejecimiento, ni cansancio, menos aún el término de mi camino. Poco a poco he llegado a penetrar en el misterio de esta jungla, en la que, a pesar de sus riesgos, no he encontrado peligros mortales y me he sostenido con medicinal alimento. Me he dado cuenta que ella misma es la fuente de toda vida. Es una selva ilimitada.

Tres poemas de brevedad



PASO DE INSECTO

El insecto

transita la misma perenne vía,

no se acostumbra a las catástrofes

que en ella le esperan una y otra vez.

El agua que pasa haciendo cauce de su camino,

el viento que sopla un animal con su belfo,

el fuego de la roza que enceniza el campo,

la palada del enterrador al toque del doble.

Nada detiene su andar.

Vive en la eternidad.

De Extensa Brevedad


El tiempo corre

detrás de mí.

Me persigue

como a un fugitivo.

Quiere alcanzarme

para convertirme en pasado.

Pero yo cabalgo sobre él,

sin que se dé cuenta.

Es apenas

un toro salvaje y ciego

al que domino

con paciencia

y olvido.

De En el inicio de la vida


Leías,
estabas en tu mundo
alterno
cuando mi presencia
te sorprendió.

Me viste a los ojos.

Los sueños
habían irrumpido
en esta vigilia
eterna.

Tocaron a la puerta
con la levedad
de quien la empuja
solo para entrar
en su casa.

Se sintieron
hechos carne
por un instante
que dura
para siempre.

De Instantáneos