viernes, 7 de abril de 2017

DOS VIAJEROS Y UN SOLO RECUERDO por Josune Dorronsoro


Foto: Pal Rosti - Samán de Güere, 1857

“Nuevamente tuve inconvenientes con el transporte de mis instrumentos fotográficos. Los burros –como de costumbre– llegaron tarde y apenas comenzamos a andar cuando ya se veían tan agotados que tuve que cargar parte de los aparatos en mi silla y animar continuamente a los flojos animales con el mango de mi red de coger mariposas…”.
Este texto forma parte de las interesantes narraciones del viaje del científico húngaro Pál Rosti, quien visitó a Venezuela en 1857, para realizar algunas exploraciones científicas, probablemente atraído por las leyendas y mitos que se entretejían alrededor del trópico.
Rosti aprovechó extraordinariamente el invento fotográfico a pesar de los numerosos contratiempos que tuvo a lo largo de su recorrido, plasmando sus vivencias en su diario Memorias de un viaje por América, cuya relación correspondiente a su visita al país fue editada por la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela.
El viajero y científico húngaro describe en detalle una Venezuela y ante todo una Caracas que nos resulta irreconocible.
La vegetación venezolana captura de inmediato su atención y dentro de ésta, de forma especial el célebre Samán de Güere, ya mencionado por otros viajeros. El científico relata su encuentro con el majestuoso árbol, de esta manera:
“...El camino es hermoso y pasa por encantadores cafetales y floridos prados, o junto a aromáticos arbustos y tupidas laderas... Pasando Turmero, en un amplio espacio abierto, situado delante de una fonda, me encontré ante otro gigante del reino vegetal, ante el famoso «Samán del Guayre»”.
Ei Samán de Güere y no del Guayre, como dice Rosti, había sido objeto de admiración por parte de uno de los más ilustres visitantes de la Europa del siglo XVIII, el barón alemán Alejandro de Humboldt, quien pasó por el país en 1799, cuando apenas faltaban cuarenta años para que se hiciese público el invento del daguerrotipo, compañero casi obligatorio de los viajeros.
Siguiendo a su vez el ejemplo de los muchos extranjeros que le precedieron –conquistadores, exploradores y sacerdotes–, Humboldt trató de mostrar en sus crónicas –viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente y cuadros de la naturaleza–, el ambiente que lo rodeaba.
En estas obras describe los pobladores, sus costumbres y creencias, dedicándose sobre todo a los paisajes cuya flora –como ya hemos señalado–, le impactó notablemente.
El rico texto está Ilustrado con dibujos y grabados, técnicas que dominaba el alemán, quien se destacaba por su esmerada educación artística. Para estos momentos existía la necesidad de crear algún medio de plasmar la realidad que tuviera como principales requisitos la claridad en la representación y la rapidez y sencillez de su procedimiento.
Rosti reconoce estas virtudes a la fotografía y justifica su uso por considerarla “el medio más eficaz” de plasmar fielmente la realidad.
Un año después de su viaje por Venezuela, en 1858, el científico se reúne con Humboldt, quien es ya un anciano, para hacerle entrega de lo que consideró como el más precioso obsequio, una copla de la colección de fotografías cuyo original donará al Museo Nacional de Hungría: “…Para mi gran contento el glorioso anciano reconoció al instante el gran samán, que en su juventud –hace ya casi medio siglo– vio y describió, tan viva fue la impresión que causó en el alma del entonces joven viajero el hermoso árbol, tan admirablemente fiel la memoria del famoso hombre –que ya estaba tan cerca de la tumba– y tan mínimo el cambio experimentado por el árbol gigante en cincuenta años”.

“Dos viajeros y un solo recuerdo”. EL NACIONAL, Caracas, 11/05/1980, pág. A-5.

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