domingo, 10 de octubre de 2010

Conformismo, memoria y olvido



La Lluvia de Hojas de hoy nos trae un pequeño diluvio de conceptos, que si los vemos con detenimiento poseen cierta relación, una coherencia suficiente como para formar entre sí relaciones interesantes. Vivimos aprendiendo y aprendemos viviendo, por ello la memoria y los olvidos son elementos que morigeran ese paso consciente por la existencia. Aprendemos actitudes, sobre todo, más que contenidos. Una de ellas es la que se revisa en el primer texto.

En esa primera reflexión se toca el conformismo, ese freno de mano del espíritu, que impide el avance en el viaje de la vida. La visión de este impedimento se realiza desde la interioridad y como limitante del desarrollo personal, concepto un tanto descompuesto por su excesivo uso.

Prosigue el viaje por la Lluvia de este día un relato donde se evocan recuerdos de infancia, expresando el sentido altamente emotivo que estas vivencias reconstruidas en el tiempo, tienen para los seres humanos.

Finalmente tres poemas de memoria y olvido cierran la Lluvia para que el lector disfrute el frescor de la lectura (de otros textos y libros, Por supuesto.)

Que el lector consecuente y atento se complazca con esta lluvia.

El conformismo



A los Lestrigones, a los Cíclopes

o al fiero Poseidón, nunca temas.

No encontrarás tales seres en el camino

si se mantiene elevado tu pensamiento y es exquisita

la emoción que te toca el espíritu y el cuerpo.

Ni a los Lestrigones, ni a los Cíclopes,

ni al feroz Poseidón has de encontrar,

si no los llevas dentro del corazón,

si no los pone ante ti tu corazón.

C. P. Cavafis (Ítaca)

El ser humano tiene ante sí el inmenso campo de la realización personal. Eso de la realización personal parece a veces un concepto etéreo poco asible, sin embargo, cada quien puede admitir hasta dónde quiere llegar en la vida y desarrollar sus talentos conforme a esa ambición. Cómo en todo lo humano, el desarrollo personal tiene como medida la potencialidad individual y las limitaciones reales o autoimpuestas por el sujeto. Así que, fuera de las frases victoriosas de pura autosugestión, veamos uno de los límites de esa acción del desarrollo personal.

El desarrollo personal, aparte de ser un concepto bastante prostituido por la llamada literatura de autoayuda, corre por un territorio que no está exento de las trampas, juegos y seducciones de la vida, de laberintos inextricables, arenas movedizas, monstruos y fantasmas. Tal como en el cercano poema de Cavafis, Ítaca, será el recorrido lo mejor del viaje y nunca la llegada. Avanzar por sobre esas sombras personales, esos monstruos que habitan el corazón del hombre, será lo que permita un plácido viaje. Porque es el viaje de la vida lo importante y no la llegada a la muerte.

Territorio casi infinito, ese de la realización, línea del horizonte que siempre está más allá del alcance, no obstante se topa con el término de la existencia y con las limitaciones que el individuo posee, atesora como herencia o protege como su propia invención, de la que no desea despojarse.

Esta negación a ir más allá de una navegación de cabotaje tiene su más elaborado concepto en el conformismo. El ser humano desprovisto de todo anhelo, medra en sus recuerdos y lamentos y no osa avanzar en la vida. Espera la muerte sentado frente a su casa, sin aventurarse en la existencia porque cree que en ese camino encontrará su cruel y final compañera. Aguarda por años su extinción, decretada el mismo día de su nacimiento.

El conformismo es una actitud que colinda con el fatalismo. No obstante es el polo pasivo de éste que, activamente, piensa en el desastre inminente de la vida sin importar su acción consciente. El conformismo, por su parte, cree que las circunstancias son inalterables y se deja llevar por el torrente hacia el mismo destino absurdo de la nada. No navega, flota en esa corriente de seres que se confunden en el remolino final de la inexistencia.

El conformismo se da en muchos planos existenciales. No es solo el plano material e inmediato lo que lo caracteriza. Es una actitud y como tal tiene un componente emotivo, el miedo paralizante, un componente ideativo, expresión o tácita concepción de su idea de no poder avanzar y el componente volitivo que está dado por lo que antiguamente se llamaba falta de voluntad y perseverancia para proseguir en un camino plantado siempre de pequeñas o grandes dificultades. La voluntad siempre existe pero se manifiesta tan solo en lo más inmediato y primario en esos seres ganados al conformismo.

El conformismo se refleja en el campo intelectual, en el físico, en el material o en aquello que nos caracteriza como personas. Lo que define la personalidad, tal vez sea lo que más efectivamente exprese el conformismo o el inconformismo en el individuo. El conformismo se asienta en el interior del ser humano. Tiene su sede en la interioridad.

Pero cómo llegó hasta allí esa parálisis aberrante. Evidentemente el aprendizaje tiene mucho que ver. Un aprendizaje social o individual, pero nuevamente, esa disposición del individuo, que se llamaba temperamento, va a hacer que, de alguna manera, se manifieste con mayor o menor fuerza. En todo caso, pareciera que algunos seres humanos poseen una predisposición al conformismo y no a la lucha por superarse en los distintos planos de la existencia.

El que desarrolle uno u otro campo, el intelectual, el emocional, el de la personalidad o el material es prácticamente indiferente a la condición, a la actitud conformista. Alguien que logra progresos en cualquiera de esas facetas personales puede comenzar a desplegar las otras. Es una posibilidad aunque nunca un determinante. Por ejemplo, hay eruditos que son un completo fracaso en el resto de sus caracterizaciones vitales. No por ello se les resta méritos, pero el desarrollo armónico es lo que más conviene al ser humano. Igual que un poderoso ser hecho de músculos que nunca haya leído una letra, y posea una cultura basada en lo que le dicta la televisión, tampoco podría ser un ejemplo de inconformismo. A veces la gente se contenta con desarrollar un solo atributo en la vida. Es su decisión. Ni se les condena ni se les condona por ello. Solamente que las consecuencias de esta autolimitación serán inciertas.

En realidad no hay resultados garantizados en esta vida. Así como se perdió el manual de instrucciones, también la garantía expira en cualquier momento, sin previo aviso, o tal vez sí, pero sin posibilidad de protestar una vez que vence el plazo. Pero no por ello dejaremos de funcionar y buscar ser mejores cada día. Mejores que lo que somos en este ahora permanente.

Memoria de una torre casi olvidada


La torre es el último refugio de los sueños. También lo es en casos de inyección o vacunas. Es una altísima estructura que cobija las campanas y millares de objetos exiliados de la iglesia. Bancos, manos de santos, libros viejos que el padre Sarriá no había tocado aún, maderas inclasificables, candelabros huérfanos, palomas vivas y disecadas, murciélagos y ratones, al igual que cucarachas convivían en ese espacio turbado sólo por repiques y el paso de monaguillos emocionados por el oficio de tocar las campanas.

Allí reina el niño quien aprendió el arte del llamado a misa, el veintiuno, el rebato festivo y el luctuoso doble. Pero prefiere vagar en ese territorio en sus ratos libres y en las largas vacaciones escolares, organizando el caos en silencio.

La torre es el punto más alto de observación del mundo. De allí se divisa la llegada de ambulancias a la Policlínica, un centro de salud cercano a la casa, el deambular de los vecinos en sus viviendas, el vuelo de las aves y el acecho de los gatos.

A ella se sube por una irregular escalera que en ocasiones tiene elevados peldaños y en otras angostos y bajos que permiten poner sólo un pie de lado. La subida es empinada y es necesario, en su parte más elevada, sujetarse muy bien del pasamanos de cemento o asirse de las mismas gradas superiores. La bajada es un deslizamiento en posición sedente hacia el vacío, venciendo el vértigo y la nausea al encontrarse animales descompuestos.

El niño es feliz en esas alturas, como lo fue dando la vuelta al mundo de la cúpula en menos de ocho minutos.. Allí casi siempre se siente en libertad, excepto cuando la utilizaron como vía de escape del asalto, en contra de su recomendación de recurrir a la calle. Sabía, por su corta experiencia, que allí no había más escapatoria que la mental. O la ayuda de los ángeles para la ascensión al cielo. Porque el tocar las campanas tan sólo pondría en peligro a las personas cautivas en la casa. En ese momento la torre se convirtió por primera vez en un calabozo, en la Torre de Londres, en la torre de los cuentos de hadas que custodiaban princesas o príncipes y no el familiar campanario por donde pasan los querubines cuando van a misa.

Tres poemas sobre memoria y olvido



Olvidando mi rostro
mi voz
mis palabras
mi cuerpo
mi olor,
me empiezas a extinguir
en tu memoria.


Pero al encontrarte

de cerca

con ese amor

que habita

tu corazón,

vuelvo a vivir.

De Instantáneos


Cae una hoja

de calendario

Pasa otro año

en la memoria humana


La hoja que navega los aires de otoño

anuncia

un árbol desnudo en invierno,

despojado

para renacer

sin otro vestigio de sus antiguos follajes

que un anillo engrosando su tronco


Números sobre números

vuelan en el viento los años

Al fin

desaparecen en la noche cósmica


Nada queda

del año que pasa

Una fugaz sombra de recuerdo

son los días infinitos amontonados en reunión


Todo el tiempo será al fin sólo un anillo

del árbol de la vida

De El paso de la serpiente


En algún recodo

de la memoria

encontraré los momentos

perdidos

olvidados allí

por el poco uso

o en el descuido.


En ese lugar

seguramente hallaré

los besos extraviados,

una larga fila de lamentos,

las tareas desistidas

los tiempos consumidos en la nada

y algún libro leído sólo para el olvido.


Tal vez encuentre muchas personas

agazapadas en su paso fugaz

en su destino amargo

en su tránsito hacia lo desconocido.

Pero a ti

allí

seguro

no te encontraré.

De En el inicio de la vida