Foto: J. G. Bello Porras
Para no morir con
la muerte, un hombre siembra sus huellas, arroja el lastre que lo ata a la
tierra, parte al encuentro de secretos resplandores. Frente al océano de los
sueños debe quemar sus naves, alzar una muralla de llamas entre él y las
debilidades.
No hay que temer al
vértigo ni a la caída: sólo aquel que cae se hace horizonte con el horizonte.
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