domingo, 7 de noviembre de 2010

Entre la belleza y lo elemental, un antiguo invento de futuro



La Lluvia de hojas de hoy recorre los múltiples caminos de los elementos. No sólo el del agua o el de la hoja que se precipita a la tierra o es consumida por el fuego. La Lluvia de hoy reúne los cuatro elementos de la antigüedad y se pregunta sobre la belleza, inspeccionando también un antiguo invento de futuro.

En el primer texto una breve reflexión nos acerca a la doble cualidad de la belleza, como concepto capaz de ser comprendido en sus aspectos racionales, en el establecimiento de cánones comprensibles. Pero sobre todo nos va a referir a la vivencia de lo hermoso como algo supremamente personal.

En el relato que le sigue retrocedemos en el tiempo. Se presenta uno de los prototipos de las máquinas del tiempo que se fueron convirtiendo en una manía especulativa en los inventos del autor. Es un texto publicado en 1977 en el agotado, y tal vez exhausto, libro, Andamiaje.

Tres poemas elementales cierran la Lluvia de hoy. Son textos donde la palabra que los define corre desde la revisión del concepto antiguo de elemento, hasta la simplicidad argumental, si tal cosa existe en un intento de poema.

Que la Lluvia les refresque la vida, o por lo menos este momento, es mi deseo.

La belleza: sensación y razón.



La belleza es sensación y razón. Porque es una condición de un objeto identificada por un sujeto que, de alguna manera, acude a la experiencia de que tiene y al acervo sobre la misma que mantiene en su memoria.

Si alguien califica algo de bello es porque ese objeto despierta una sensación. De la misma forma, existe un aprendizaje que se pone de manifiesto. Aplica unos criterios para hacer la calificación de belleza.

La belleza parece un proceso racional. Y lo es en tanto concepto. Asimismo por los criterios intelectuales que exige para que se produzca una calificación de belleza.

Sin embargo, la cualidad racional de la belleza desaparece velozmente ante la experimentación del objeto o hecho que parece contenerla.

Ante algo hermoso, primero sentimos el agrado, el bienestar, la armonía y el gozo. Luego, pensamos que es bello.

No es absolutamente necesario filosofar que algo es hermoso para que lo experimentemos como tal. Pero podemos agregar valor a la experiencia sensorial si encontramos también que eso que sentimos como sublime es una experiencia directa de la existencia de la belleza en nuestro mundo.

Nuestra experiencia es única, sentimientos, sensaciones e ideas se mezclan en una sola e indivisible unidad. Si esa vivencia nos acerca a la belleza, podremos estar satisfechos.

Conmoción de ver por el vidrio unas desfiguras de futuro



I

Parece barrer la calle con el paltó negro desmedido mientras se esfuerza por subir a la acera el aparato pesado que nadie imaginó ver y al que no pueden adivinar uso pues sudando y todo como está rechaza las ayudas de los mismos que cargan con él en semana santa las imágenes de visión celeste entre todo ese fervor que ahora mismo levanta el que se halle empujando hasta el zaguán una cosa sin forma y una curiosidad múltiple.

Saca el pañuelo para enjugarse el sudor y tantea lo que le sobró del pago del viaje, se acomoda los anteojos después de quitarse el pañuelo de la cara ve el santo sudario litografiado encima de la puerta que ahora se abre a su máquina del tiempo.

Entra después de las horas de autobús y apenas cabe entre las cosas que llenan el aire de olores de otra tiempo que pasa rápidamente con el juego de su recuerdo, entre piezas metálicas y herramientas frascos y polvos sobre los libros y planos sobre la poltrona y el hermano que medita como siempre en ese rincón, limpiándose el paltó negro reconoce al sentado entre los ruidos de las invenciones y alborozado le explica cómo viene de visita después de tanto tiempo y para qué requiere de la propia creencia en sus proyectos y en su trabajo inmediato.

Reposa en su gabinete de trabajo entre ideas más dormidas que él, entre papeles que deberían ser blancos pero son amarillos de no escribirse en ellos, piensa aunque algunos lo duden que piensa y ve transcurrir a la mujer en el trabajo de llevarle las comidas a su encierro que cree de urna y oscuridad se pone en actividad sale a airearse se encuentra de noche o de día según la hora escribe en un estado confuso se duerme entre pesadillas y despierta repo- sando en su gabinete.

Reúne a la familia para explicarle lo que ven desde hace tiempo:

· De los muebles en mal estado donde ahora se sientan

· Del techo de goteras que forman dibujos sugerentes de sueños con nubes y formas redondas cuando se yace en los resortes destrabados entre telas viejas después de la comida que viene a demostrar tan sólo el hambre que se tiene

· Del abombamiento de las paredes que enmohece cuadros de memorias y despega el papel tapiz de la sala donde están

· De toda la ansiedad que sienten sobre su vida imprecisa de futuro

· Y sobre este momento

Expone las razones de su persistente fracaso. Muestra la ruma no vendida de páginas escritas y rechazadas no por él, cuenta las hojas refiriendo sus ideas y la familia sufre oyéndolo sin precisar la causa hasta que se mueven crujiendo los asientos y él se ve obligado a proponer una salida en la ocurrencia de la novedosa forma de obtener escritos aún no leídos oídos ni hechos y una fama pródiga y pronta.

II

Se instala en actividad junto al aparato recién puesto en su cuarto de trabajo. repasa las instrucciones de funcionamiento, cuida de que sus lados no toquen la pared húmeda. Desocupa de objetos el rededor. Aparta lejos montones de viejas novelas pues no sabe de posibilidades reales de peligro de ignición, tranca la ventana sin aviso previo, corre la cortina negra para que le caiga un poco de polvo al desorden, cuadra la silla de mimbre entre los mandos de la caja metálica, llama a la familia para dar las últimas recomendaciones antes del viaje que parece un subir al cielo, se ensambla dentro de la máquina, a través de la ventanilla de vidrio oye cómo la abuela le insta a visitar y salvar a nuestro señor Jesucristo y él le aclara la imposibilidad en el nerviosismo de que empieza su viaje al futuro.

III

El hermano lo escucha a través de todas las voces de sus encuentros anteriores y permanece callado ante el discurso de él, que ha tomado estrado entre las cosas que nunca solía comprender.

Juega con el aparato mecánico sin saber el uso y lo revienta para no detenerse a mirar o tantear curiosamente las tuercas tornillos y armazón que lo formaban pasa por encima de sus juguetes sin pedírselos destroza el globo de colores fosforescentes por el que la madre lo reprende el hombre de movimiento de ruidos metálicos casi de tamaño real de persona y sufre la no probada accidental caída.

El hermano lo escucha a través de las visiones disímiles y él le explica que un plagio en el futuro no significa lo mismo que hoy, que las cosas que van a suceder pertenecen a todos los que las tienen al alcance, que esa idea era su oportunidad y la prueba de originalidad, que le prestara la máquina de tiempo.

IV

Apenas cabe por la puerta para salir de la casa del hermano que no lo ayuda a cargar el aparato, camina un trecho de sudor para em- prender el viaje de regreso, sonríe al que ilumina con los destellos del peso que lo encorva y 10 ve derretirse entre un traje negro y un vapor todo extraño; el hermano no se despide como él lo hace al tomar el carro, indica el destino y no responde a las preguntas del chofer.

V

Cree reconocer el futuro donde está a pesar de las vibraciones que se transmitieron a sus músculos que temblaban ya antes del antes y que le nublan la vista, repite para recordarlo cómo debe accionar el aparato para su regreso, ve a través del cristal, ya no a la abuela sino un recinto futuro donde aparece en caja metálica, y se dispone proceder con su plan cuando, parándose de la silla de mimbre, abre la puerta para salir en lo que cree reconocer el futuro.

VI

Sortea los impedimentos a su caminar donde se sabe ajeno y pasado y no reconoce el sitio en el encandilamiento de cosas inexistentes en su lenguaje, sabe que no ha vivido ese tiempo, percibe sin embargo por las pocas palabras que cree se le escapan, que este futuro es cercano, no hay evidencia de fecha, sólo se tropieza sin ruido con un encanecido hombre que permanece de espaldas a su presencia. busca salida conforme a lo pensado y con rapidez ve que su situación de aparecido en este sitio es inmejorable, le ahorra el tiempo de estar en este tiempo, revisa papeles que adivina como trabajos inéditos de quien en el acto reconoce como escritor y que aún permanece de espaldas sentado, arrebata los folios a la mesa donde alternan situación con un polvo de libros que no le atraen, de una mirada describe el patio a través de la puerta de la confusión del momento y en el fondo se cruzan unas caras de arrugas cercanas, se vuelve para sudar la huida creyendo cometido su cumplimiento tropieza con algo puesto de lado que en la caída suelta tanto ruido como para despertar al que permanece de espaldas. Éste con dificultad se mueve en el asiento y trata de incorporarse para mirar.

Ya se acomoda en su silla de mimbre y con un solo portazo metálico enciende su caja de tiempo para retornar al origen no sin fragor resplandor y conmoción de ver por el vidrio unas desfiguras de futuro que lo plenan de incertidumbres.

VII

Lo sacan como del santo sepulcro para reanimarlo con agua de canela y alcoholado glacial, permanece lívido ante su familia que, aunque casi elevado, lo ve cercano y con una nueva cantidad de papeles.

No contesta las preguntas ni acierta a revisar los folios que trae sino que los apilona con un temblor de manos y despide del sitio a la familia con gestos bruscos, mientras se palpa el propio cuerpo. Está como ausente debido al desconcierto de examinar, una a una, las hojas que resultan en blanco, sin mirar el desorden de su gabinete en el que no reconoce sus propias cosas. Se retira al rincón para sentarse a recordar las caras vistas a través del cristal, no la de la abuela sino la cara que antecedió a la huida y la cara que se volteó para verlo al oír un ruido como el que ahora escucha para voltearse.

De Andamiaje (1977)

Tres poemas elementales


La sombra

se alarga elástica

queriendo zafarse

de quien la prende.

Huye del sol tardío

y del claro lustre

de la mañana

para salvarse.

Infeliz, ignorante,

pronto la noche

la engullirá

en la tiniebla

una.

De Extensa Brevedad


Las aves de la mañana

son líneas de vapor

que atraviesan

el fuego

de la luz primera.


Trazan con ellas

una armonía

que sólo entendemos

cuando volamos,

dejando en tierra

cualquier inteligencia

que no sea

la del aire.

De Instantáneos


No me siento culpable

de ser feliz

Sería satisfacer

los deseos ocultos

de quienes sólo creen

que el malestar ajeno

es su propio aliciente.


No me siento culpable

de ser feliz

Porque para llegar a algo parecido

a un estado de pura serenidad

es mucha la vuelta que he dado

mucho el revolcón sufrido

En tierra y piedras

En aguas turbulentas

Sobre fuego abrasador

Y en tornados

donde creí asfixiarme


Nada me he ganado

que no se me haya concedido

por gracia absoluta

de la vida o del destino

más que por merecimientos

que desconozco


No me siento culpable

de ser feliz.

De En el inicio de la vida