domingo, 26 de septiembre de 2010

Entre la tolerancia y los ejercicios poéticos, un duende



La Lluvia de Hojas nos trae hoy un heterogéneo descenso de múltiples aguas. Desde la reflexión a la poesía transita diversos caminos que solo pueden juntar la condición humana.

El primer texto es una reflexión sobre la tolerancia. Un tema que viene bien revisar y del que se puede disentir ampliamente en su contenido, mas siempre tendrá la vigencia de la revisión de un valor fundamental para la convivencia entre los seres humanos.

Un breve relato, luego revisa los mecanismos de adaptación a la vida citadina de un personaje antiguo como es un duende.

Siete haikú, o intentos expresivos a modo de esa forma poética japonesa, concluyen la Lluvia de hoy.

Que el lector se refresque con estas palabras.

La tolerancia



En tiempos de lucha, la tolerancia es esencial para continuar siendo humanos. La tolerancia es respeto a la otra persona, a pesar de las diferencias que mantengamos con ella. Contrariamente, incluso, de las acciones inadecuadas que esas personas puedan emprender en contra nuestra.

La tolerancia es ejercicio de discernimiento. Esto significa que podemos separar lo que significa el valor de la persona, el valor de la vida humana, el valor de la existencia, de lo que son acciones, pensamientos y emociones que las personas puedan tener.

La tolerancia es consecuencia del acto de valorar la vida humana, de apreciar a los otros seres. Es conocer que existen diferencias fundamentales en la manera de pensar entre distintos individuos o grupos humanos. Pero es también conciencia de que la otra persona es un ser humano como nosotros y que el otro conglomerado también posee razones aunque no las compartamos. Y tienen el mismo derecho a la vida, la libertad y a la expresión de sus ideas.

El fragor de la batalla del pensamiento, en ocasiones, nos vuelve insensibles a lo que son en esencia nuestros contendores. El valor de la tolerancia nos devuelve a la raíz de donde todos venimos: compartimos la vida y la condición de seres humanos. Así que las diferencias de concepción del mundo, de credos, de puntos de vista, son sólo circunstancias. Y como tales las apreciamos.

El valor de la tolerancia se demuestra exclusivamente, pues, en el ejercicio de la discrepancia de ideas. No hay otro medio. Cuando todos coincidimos en nuestros puntos de vista no es necesaria la tolerancia. Hay un compartir de ideas. La tolerancia es exigente. Por sobre las emociones encontradas, por sobre las ideas e incluso las acciones, en ocasiones, disparatadas, el valor de la tolerancia nos devuelve a la esencia de nuestra humanidad. Al reconocimiento del semejante. Y ello nos hace crecer como personas.

Duende 3



El duende vio acosado su bosque milenario por los excesos en el crecimiento urbano. Tal cosa lo puso de un mal humor peor que el habitual. Diariamente iba perdiendo hectáreas de su territorio sin poder hacer nada. Así que se propuso continuar sus viejos trabajos, tretas y ardides en el espacio ruin del concreto.

Ya lo de esconder pequeñas cosas a los humanos era un truco ampliamente conocido desde hacía siglos y demasiado manido para el torbellino del presente. Innovar es sobrevivir, se dijo, al terminar de leer un maltrecho libro de autoayuda. Y decidió, entonces, su nueva rama de ocultamientos.

La policía llegó a catalogar su banda como la más efectiva en toda la historia delictiva en el robo de vehículos. Miles de hurtos y desapariciones misteriosas irresolutas componían su prontuario. Los investigadores calculaban en un centenar los miembros de la organización criminal. Pero él trabajaba solo y feliz en la apodada banda del duende.

Siete Haikú



El río corre

Heráclito lo mira

Es eternidad.


Rumor de gente

Pasa el tiempo su hoz

Quieta soledad


Viajero veloz

Sólo cae el polvo

Silencio roto


El búho habla

La noche le escucha

Duermen las sombras


Nostalgia breve.
La brisa del otoño
en mi recuerdo.


La noche ya abrió
sus leves ventanales
a la oscuridad.


Tu sola ausencia
provoca la conmoción
de mis raíces.