domingo, 2 de enero de 2011

Breve comienzo para un largo año



La Lluvia de Hojas de hoy se caracteriza por la brevedad. Todos sus textos buscan afanosamente este propósito, no siempre lográndolo a cabalidad. Lo breve debe valerse por sí mismo. Ser suficiente. A veces el escritor se queda corto en la brevedad y comienza a ser largo y circunloquioso.

En el primer texto se ensaya la brevedad como estilo de vida, tocando a la literatura como estampa de la existencia, huella o síntesis de ella misma.

Luego un relato corto, reina de las amazonas, prosigue este afán de brevedad. Por sí mismo se basta el relato para explicarse. Tal vez el título diga más que el cuerpo narrativo.

Cuatro haikú finalizan esta Lluvia, con la que comienza este año que se nos hace largo en su sabida breve existencia.

Que al lector le sea extensa la dicha.

La brevedad como forma de ser



Deberían bastar unas pocas palabras para decir todo lo que se tiene que decir acerca de la brevedad. Mas no es así. Inagotable fuente de múltiples discusiones, siempre dará para agregar una idea más, una frase más a la enorme colección de ensayos sobre su función en la literatura y en la vida.

La brevedad es una forma de ser. Si se aplica a la existencia, unos pocos años bastarían para decir todo lo que se debe. Después el silencio. Siempre será así. La duración de la vida terrena podrá ser de más de un centenar de años y ese tiempo nunca será mucho en el vasto mar de la eternidad. ¿Quien recuerda las palabras de los antepasados? ¿Quién recuerda sus voces? Sólo perviven en el verbo escrito o en la oralidad transmitida de generación en generación.

El ser humano pervive como una memoria hecha palabra. Cuando ya no existan las imágenes, si tal fenómeno pudiera darse, existirían las palabras para crearlas.

La brevedad es síntesis suprema de la vida. Símbolo de ella misma. Una vida resuelta en pocas frases que perduran es un beneficio enorme para la humanidad.

En la literatura este fenómeno de la brevedad debe cumplir con la exigencia fundamental de las palabras justas. Que la frase sea de la medida exacta que sólo la frase misma puede justificar. Que diga todo sin que sobre ni falte nada. En pocas o muchas palabras. Sólo las necesarias. Lo breve, mejor si dos veces breve.

Reina de las Amazonas



Reina sobre todas las amazonas en lo profundo del barrio y en la avenida. Su andar de constante trajín revela un carácter moldeado por la necesidad de sobrevivir en medio de una prolongada y salvaje guerra cotidiana. Maneja las armas de fuego con la habilidad de una arquera con modales toscos. Pajizas, nueve milímetros, Uzis, cualquiera, larga o corta no tienen secretos para ella; también la daga oculta, el simple e improvisado chuzo en el que puede convertir cualquier metal con poca forja, la amenazante botella rota o la hojilla de afeitar son mortales es sus cicatrizadas manos.

Su adversario preferido es el hombre que pretenda dominarla. Le da vueltas para observarlo en sus debilidades y vencerlo de la manera más humillante. En su intento, se hace ayudar por otras mujeres de su banda. Sólo hasta la derrota del adversario. Después se aislará, reapareciendo al tiempo para reemprender su cacería.

No la afecta porque le griten que su actividad es delictiva. Se ríe porque sabe que su arte marginal es incomprendido por los que viven sometidos por normas ajenas. Disfruta del miedo propio y de extraños casi hasta la embriaguez. Dice sólo tener emociones pues los sentimientos los sepultó con sus padres.

Pero hoy, cuando ataca a un delgado joven, una lágrima abre un olvidado surco en su faz. No porque le moleste herirlo, sino por la flor estrujada que le regala como último suspiro.

Cuatro haikú




El mar insiste,
abate toda roca.
Unión perfecta.


Cae en el surco.
De allí saldrá un día.
Milagro de flor.


El sol se tiende
ante la fresca yerba.
Alfombra de luz.


Cae el rocío.
Hay en cada pétalo
un mar de espejos.