domingo, 10 de enero de 2010

Entre el tiempo y el espacio, un camino y una multitud…



Hoy la lluvia de hojas nos trae reflexiones sobre varios temas, reflejos del transitar en el mundo. Imágenes relanzadas al lector, diversas en forma pero colindantes en contenidos que tocan algunos temas esenciales.


Los términos de la existencia humana se sitúan entre el tiempo y el espacio. Una invención que le permite al ser –usualmente– pensante organizar su vida y sus movimientos. Generalmente sin demasiada eficacia. Pues todo esfuerzo va más allá de las posibilidades de control de estos límites.


Un primer texto con sencillez emprende la reflexión sobre el significado del camino y la interpretación de las señales que en él se ubican. Es decir, es una hoja dedicada a la intuición, como forma de conocimiento.


El segundo texto es un relato que explora los límites de un sueño forzado.


El tercio final reúne tres poemas de un libro titulado Espacios Temporales.


Allí tiene el lector o la lectora, siempre indulgente, dada la escasez de comentarios, un material casi etéreo para su pensamiento y re-creación.


El camino de la vida y sus señales




Una de las imágenes más comunes, por su gran poder evocativo, es el de la comparación de la vida humana con un camino. Transcurrimos en un tiempo y recorremos un espacio yendo hacia un punto. Un inicio y un fin parecen marcar ese deambular por la vida. Con mayor o menor velocidad nos movemos por la vía. En ocasiones parece que nos detenemos y hasta extraviamos el rumbo.


La imagen del camino ha sido válida desde la antigüedad. Incluso algunas escuelas de sabiduría denominan su propósito con ese nombre, como el camino.

Los poetas, como intérpretes del alma humana, han recogido la imagen para indicarnos el sentido de nuestra existencia en ese tránsito por el mundo. Uno de los versos más conocidos de Antonio Machado nos denomina caminantes y nos indica que el camino se hace al andar. En esa frase inspirada refiere que día a día construimos la existencia y colaboramos con nuestro esfuerzo en hacer de nuestro mundo lo que es, grande o pequeño, feliz o amargo.


La imagen del camino es válida para ensayar nuestra construcción personal, para intentar una observación de lo que nos enseña la vida en cada una de las vueltas de la tierra.


El camino además, está plantado de señales. Y aunque sea un camino en la arena del desierto o un camino que inauguramos a cada momento, es el mismo camino el que nos indica la dirección que podemos tomar, el que nos enseña el rumbo. Porque ese camino de la vida es un camino particular, una vía que nuestra interioridad construye.


Las señales en el camino nos indican la dirección, nos advierten los peligros, nos facilitan la labor del avance. Las señales del camino nos hablan de un recorrido donde lo más importante es el recorrido mismo, más que el punto de llegada. Porque tal vez no hay un punto final. El camino siempre sigue mientras existamos. Como individuos o como género humano.

UN EJÉRCITO DE LECTORES



El escritor, cansado de pequeñas soledades, quiso que su obra fuese leída por muchos. Y conociendo la pretensión del Emperador Qin Shi Huang, de resguardarse de las sombras finales por siete mil guerreros, ideó que una imaginaria multitud compraba sus libros.

Diez mil ejemplares eran siempre escasos para aquel nebuloso tumulto de seguidores cautivos por su palabra.

Los editores disputaban su firma. Pero él se mantenía cauto ante la alabanza, sabía el secreto del éxito adulante. Prefería discretas ediciones que se agotaban como lluvia en el desierto.

Al final de sus días, en el caserón que le albergó, encontraron las tiradas íntegras de sus obras, leídas sólo por un ejército de terracota y algún ocioso ratón.


Tres, de Espacios Temporales



Camino por una cuerda

que tenso a cada paso


Abajo el abismo

me reclama


Prefiero el extremo

del trayecto aéreo


Desconocido

Mas prometedor


Los papeles

se reducen a cenizas

Las ideas

frágiles

se pierden en el olvido

trituradas por el molino

del tiempo

Nada parece permanecer

Más que el intento

por continuar este camino

sembrado de piedras

y ecos de otros momentos


Sé que coexisto

con la fragilidad

Ahora

estoy consciente

Luego

dormiré

el sueño inenarrable

Una línea

separa

el mar

de la tierra

Un instante

dura

el reflejo

de la esfera

de aire y agua

Suficiente

para admirar la gracia del relámpago

y hacer silencio

Del libro Espacios Temporales