sábado, 28 de junio de 2008

SI BREVE BIS MEJOR

Hoy la brevedad nos ataca. Lluvia de hojas es casi una llovizna. Brevedad en el texto y en la imagen. Un nuevo ensayo fotográfico no llega a inundar los espacios pero sí a rociarlos con sus lecturas contradictorias. El teléfono como cámara, debería llamarse pero queda titulado como Reflejos telefónicos.

Tres de la serpiente, son textos, extraídos de un ineditísimo libro como todos los de mi poesía. Textos enfrentados en su quehacer, atacados también de la brevedad por decir y por hacer. Por hacer el decir, a eso me refiero.

Haré silencio en lo de solicitarles a mis invisibles lectores y visores el favor de una palabra, de un comentario. Supongo su éxtasis o su hastío. Lo importante es la lectura y todo goce se os dará por añadidura.

Foto cortesía de Milan Čutka

REFLEJOS TELEFÓNICOS


José Gregorio Bello Porras

El teléfono celular parece aislarnos en dondequiera. El mutismo reina mientras la comunicación impera. Mensajes y llamadas se cruzan en el aire. Las personas hablan solas como correspondería a los insanos del pasado. Pero su interlocutor a extensas distancias se sintoniza con él perfectamente, mientras hace caso omiso a las vicisitudes cotidianas y pierde los detalles de la vida. El teléfono nos aísla para comunicarnos.

Pero qué buena invención el que traigan cámara fotográfica. A veces un teléfono nos comunica más con una imagen, un instante atrapado en esa fugacidad de la comunicación instantánea, que con todas las conversaciones juntas.

Hoy expongo unas fotos de teléfono. Como tales son técnicamente defectuosas. Terribles en su nitidez. Pero compensan sus fallas originales el intento de la profundidad de lo captado.

Nuevamente, son reflejos de desplazamientos diversos. Juegos del color y de sombra. Lo que escondan como mensaje sólo el visor lo podrá comprobar.

No esperen nada. Y tal vez algo les toque.



















TRES DE LA SERPIENTE


José Gregorio Bello Porras


Quiero ser de esa leve tierra

donde la neblina reposa

antes de bajar a los valles

para deshacerse en murmullos y rocío.

De esos escarpados riscos

ataviados

con verdes mantas

para cobijar del frío al aire puro.

Quiero ser de esos límites

sin fronteras

de la tierra con el cielo.

Y mostrar mi ciudadanía

de sencillas ideas abstractas

y tenues sentimientos

en un pasaporte de palabras lanzadas

en cometas

que viajan con el viento.

Quiero ser de donde soy

Del lugar donde nace el verbo

encendido

por la paz

de ese sitio.

Del lugar de los sueños

y de las creaciones

formadas con aire y niebla

que persisten después que uno se ha marchado



Las gotas se sumergen

en el mar

y crecen

Nadie ahora las separa

de la unidad absoluta.

Los humanos en torrente

se precipitan

al océano de las angustias

y se dispersan en granos de arena o cenizas.

Otra cosa sería

si fuesen inquilinos de la Luna.

Allí residirían en el mar de la tranquilidad

con la misma despreocupación del polvo

del que están hechos.

Sin el aire de la palabra

ni el agua que les da forma

vivirían en la Luna

sin darse cuenta que son humanos.

Casi igual que en la tierra

pero sin la preocupación

de la muerte

porque la vivirían eternamente



De cerca me persigue

alguien ataviado de oscuridad,

alhajado de sentimientos tenebrosos

ocultando burdamente

sus hostiles intenciones

A veces se aleja

para medirme.

Se estira para que sepa

lo flexible que es.

Para decirme con ese gesto paradójico

que no me dejará

hasta apropiarse

de mis pensamientos

palabras

y obras

Casi siempre se acerca tanto como puede

para susurrarme al oído recuerdos

que me tornan melancólico

En ese instante reconozco su turbia identidad.

Aunque se disfrace de sombra

sé que es el que acecha en mi umbral.

Mi imagen reflejada en un espejo negro.