Hoy la brevedad nos ataca. Lluvia de hojas es casi una llovizna. Brevedad en el texto y en la imagen. Un nuevo ensayo fotográfico no llega a inundar los espacios pero sí a rociarlos con sus lecturas contradictorias. El teléfono como cámara, debería llamarse pero queda titulado comoReflejos telefónicos.
Tres de la serpiente, son textos, extraídos de un ineditísimo libro como todos los de mi poesía. Textos enfrentados en su quehacer, atacados también de la brevedad por decir y por hacer. Por hacer el decir, a eso me refiero.
Haré silencio en lo de solicitarles a mis invisibles lectores y visores el favor de una palabra, de un comentario. Supongo su éxtasis o su hastío. Lo importante es la lectura y todo goce se os dará por añadidura.
El teléfono celular parece aislarnos en dondequiera. El mutismo reina mientras la comunicación impera. Mensajes y llamadas se cruzan en el aire. Las personas hablan solas como correspondería a los insanos del pasado. Pero su interlocutor a extensas distancias se sintoniza con él perfectamente, mientras hace caso omiso a las vicisitudes cotidianas y pierde los detalles de la vida. El teléfono nos aísla para comunicarnos.
Pero qué buena invención el que traigan cámara fotográfica. A veces un teléfono nos comunica más con una imagen, un instante atrapado en esa fugacidad de la comunicación instantánea, que con todas las conversaciones juntas.
Hoy expongo unas fotos de teléfono. Como tales son técnicamente defectuosas. Terribles en su nitidez. Pero compensan sus fallas originales el intento de la profundidad de lo captado.
Nuevamente, son reflejos de desplazamientos diversos. Juegos del color y de sombra. Lo que escondan como mensaje sólo el visor lo podrá comprobar.