José Gregorio Bello Porras
El teléfono celular parece aislarnos en dondequiera. El mutismo reina mientras la comunicación impera. Mensajes y llamadas se cruzan en el aire. Las personas hablan solas como correspondería a los insanos del pasado. Pero su interlocutor a extensas distancias se sintoniza con él perfectamente, mientras hace caso omiso a las vicisitudes cotidianas y pierde los detalles de la vida. El teléfono nos aísla para comunicarnos.
Pero qué buena invención el que traigan cámara fotográfica. A veces un teléfono nos comunica más con una imagen, un instante atrapado en esa fugacidad de la comunicación instantánea, que con todas las conversaciones juntas.
Hoy expongo unas fotos de teléfono. Como tales son técnicamente defectuosas. Terribles en su nitidez. Pero compensan sus fallas originales el intento de la profundidad de lo captado.
Nuevamente, son reflejos de desplazamientos diversos. Juegos del color y de sombra. Lo que escondan como mensaje sólo el visor lo podrá comprobar.
No esperen nada. Y tal vez algo les toque.
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