Entre las sombras
te distinguí,
disfrazada de oscuridades.
Tu luz interior
te develaba
por los intersticios
del etéreo género
que te desvestía
Viniste,
tal como lo habías prometido
en un antiguo poema.
Te sumergiste en mi lecho
con suave fiereza
y en mis sueños
sin abrir las compuertas
de la niebla.
Allí viste mi corazón,
espejo
que te duplica
en el esperado asombro,
pues desde siempre
esa fue tu morada.
Las primeras luces descubrieron
nuestros cuerpos,
alientos jadeantes,
vapores del frío externo,
calores de nuestra interioridad.
Nos miramos un instante de eternidad
tan profundamente
que decidimos continuar el resto
de días y noches del mundo
juntos.
De Instantáneos
la tristeza
con sus ojos de vacío
Viene y se agazapa
en la oscuridad
se tapa con la noche
se cubre de secretos
que la disfrazan
de bestia
Mas es una pobre brisa
malsana
inflada de hojas muertas.
Una nada
que se cree todo
pero sigue siendo
polvo sin nombre.
De En el inicio de la vida
la oscuridad del día.
En el término de los sueños
la vigilia acezante
deseada sólo para emigrar
de las pesadillas más amargas
Al final de la noche
la noche de la noche
La noche eterna
donde en calma trabaja el alma
con la música relajante
del olvido
Al final de la noche
la conciencia se apaga
y la nada toma el cuerpo cotidiano
con el que me desplazo
por los días
De El paso de la serpiente
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