domingo, 25 de julio de 2010

Existencia y soledad – fragmentos



Tanto se dice que el ser humano es un animal social que terminamos creyéndolo. Más por animal que por social y que perdonen las bestias, ordenadas por sus instintos y fuerzas que las hacen angelicales frente al bípedo destructor. Porque el razonamiento no le exime de cometer tantas fallas como para caracterizar la especie con el dicho de errar es de humanos.

Su socialidad dura hasta que ella representa un escollo en el logro de sus intereses individuales. El ser social se aísla cuando saborea su egoísmo.

El pensamiento parece que le hubiese sido dado para su propio maleficio. El pensamiento parece fundamental para el logro de una conciencia de sí mismo. Pero pensar no aporta conciencia por sí mismo. Ese darse cuenta que se es, viene a establecerse como elemento fundamental de diferencia con otras especies que pueblan la tierra.

Pero pensar también convierte al humano en ese ser egoísta, cruel y calculador que es capaz de destruir el mundo por creer que así se defiende su individualidad.

Es entonces un arma de doble filo. Indispensable para diseccionar el mundo y convertirlo en un animal sometido a una operación de taxidermia.

Esta característica humana, su pensamiento, su conciencia, su egoísmo o su contraparte altruista, hacen de él un ser lleno de soledades.

El nacimiento es la reducción a ese estado de soledad. El ser es arrojado al mundo después de participar en una comunidad perfecta con su madre, en una reunión también perfecta de su padre y su madre.

El mundo humano es un mundo de soledades compartidas.

El otro término de la vida humana es la disolución en soledad. La muerte es un acto solitario donde nos reintegramos nuevamente al todo, a la comunidad mayor del todo.

Entre ambos extremos el humano se debate entre dos posibilidades, al menos, buscar su propio acomodo e interés, ignorando a los demás, o la búsqueda imperfecta de un colectivo que le asegure lo que su propia búsqueda no le posibilita. En esta alternativa última tiene que ceder espacios e intereses propios por la búsqueda de los del colectivo.

Pero la comunidad está basada en el mismo criterio egoísta. Solo que ampliado a proporciones grupales.

Buscar el bien de un grupo puede significar, simplemente, ponerlo en conflicto con otros, buscando el dominio sobre otros. Buscar el bien de todos los humanos puede significar, también, la destrucción de otras especies o del planeta en ese afán. Buscar el beneficio universal termina siendo un deseo de supervivencia.

¿Será factible que el humano prescinda de su individualidad en beneficio de su existencia? ¿Será posible que el ser humano supere su enorme soledad individual? Cada uno tendrá su propia respuesta.

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