domingo, 28 de noviembre de 2010

Huellas en el lienzo



Empezó a subir por la pared sin dar tiempo al asombro de los sentados en el sillón que sostenía la pared opuesta.

La señora gorda de la esquina izquierda sólo se percató de la situación y del peligro que representaba ésta cuando una gran huella de rotura se apreció en el magnífico lienzo 3 x 5: Pastores Ninfas y Musas.

Ahogó sus gritos, previos al desmayo, en una copa de Oporto servida sin premeditación y torciendo los ojos se reclinó sin despeinarse en la cabecera aterciopelada del sillón.

El señor alto y flaco de paraguas y sombrero negro, dejados en la antesala, se lamentó no traer consigo sus utensilios, sin aclarar detalles sobre el posible uso de éstos en esa circunstancia: sombrerazo, paraguazo, saludo, paracaídas o despedida.

El caminante tosió y arrugó la cara, desentendiéndose del asunto, seguramente enojoso y caminó todo el techo, viendo desde allí, el movimiento de las tablas de su inverso piso al crujir y admirando los cortinajes, alfombras, tapices y cuadros del salón, con la excepción del que pisó que nunca había considerado adecuado al sitio ni a las circunstancias de los que se acostumbran reunir en él.

Con paciencia observó los labrados del techo y dobló por una esquina para continuar yendo hasta el sillón y sentarse, sin pisarlo, entre los dos señores que lo recibieron con disgusto.

De Un largo olor a muerto (1980)

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