domingo, 19 de septiembre de 2010

Más ruidos sobre el silencio



El silencio es un espacio inagotable. Como el espacio interestelar, casi un vacío poblado por polvo cósmico, radiaciones múltiples o tal vez por la nada, su reflexión puede extenderse todo lo que queramos. Pero observaremos hoy las polaridades del silencio.

El silencio es bipolar. O tal vez sea multipolar, pero destaca más en él esa cualidad de poseer dos polos definidos en el que se expande o se contrae.

En el silencio que hace el ser humano, silencio imperfecto pues es la no emisión de palabras, se distingue esa propiedad de extremar los afectos. El silencio puede acercar a las personas que participan de él con una simple mirada. Ese silencio transmite, más que pensamientos, una empatía entre dos seres humanos. Es el silencio de los enamorados. Todo lo dice, al callar.

Pero hay un silencio gélido que distancia con una brecha infranqueable a dos individuos. Ambos silencios, ausencia de palabras, expresan sentimientos tan distintos que se convierten en eventos diferentes. El uno comunica, el otro separa, desapega.

El silencio en soledad, otra situación humana común, puede esconder el arrobamiento de la poesía o el ruido ensordecedor de la angustia. Entre ambos extremos las más diversas voces interiores resuenan en el individuo.

Hacer silencio es casi una labor imposible para el ser humano, que todo el tiempo está pensando. El pensamiento es una forma de diálogo indetenible. Pero hay un punto, un instante, en el que el diálogo interno se acalla y surge el silencio creativo. En ese relámpago se capta sensorialmente la maravilla del existir. En tanto que el ruido incesante de nuestro interior nos confunde, nos equivoca el camino, nos hace rectificar, nos vuelve y devuelve hacia los más extraños lugares del razonamiento y de la emoción.

El silencio es hallazgo o es extrañamiento del ser humano, su encuentro o su extravío en los distantes territorios de su propia alma.

La poesía surge de ese breve intervalo creativo donde, rompiendo el silencio, surge la palabra como un descubrimiento del mundo. El verbo, en ese momento, rasga el silencio para fecundarlo, llenándolo de imágenes y transmitiendo el profundo sentimiento que brota del poeta y se completa con el lector o escucha. Romper el silencio con la poesía es un acto de elevación. Por el contrario romper el silencio con el ruido de las palabras desangeladas, extemporáneas, llenas de la carga destructiva, es un verdadero acto de reproducción de la muerte.

El silencio es vida y muerte, de la palabra y del ser humano.


2 comentarios:

Elizabeth dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Elizabeth dijo...

Es difícil hacer silencio. El universo se creó en medio del silencio, el hombre vino al mundo a romper ese silencio. Pero sin embargo, algunas almas iluminadas, sensibles y cercanas a la sabiduría y la espiritualidad alcanzan a percibir los más sublimes acordes en medio de ese silencio porque son capaces de escuchar sus propias voces, las que los guían a niveles más elevados en donde el constante bullicio no puede alterar el discurrir de sus pensamientos, como es el caso de los poetas.