Es común encontrarnos con personas que creen saber lo que es el amor. No porque hayan hecho estudios sobre la naturaleza de esta vivencia, sino porque la han experimentado. Sin embargo, en el momento de traducir su práctica en palabras, su creencia se tambalea.
A veces sabemos poco de aquello que creemos saber. No quiere decir esto que no sepamos, únicamente que no logramos expresar en palabras esa vivencia.
Pero ¿por qué es importante tener una idea expresa de lo que es el amor? Bastaría simplemente vivenciar plenamente el amor. Hacer una práctica de este sentimiento. Sin embargo, como hemos visto y dicho anteriormente, si no organizamos nuestras ideas acerca de un tema tan esquivo, estaremos propenso a hablar de muchas cosas creyendo que hablamos sobre el amor.
Habremos, seguramente, sembrado la semilla de la incomprensión. Porque si hablamos de cosas distintas, en algún momento creeremos que la otra persona no nos ama, cuando lo que sucede es simplemente una incomunicación, cuando lo que pasa, sencillamente es una diferencia entre lo que creemos que es el amor.
El amor es, en muchas oportunidades, punto de desencuentro entre seres que dicen profesarlo. Por amor, o algo que se llama de esa manera, se sufre y hasta se cometen excesos. Para algunos amar es sufrir, para otros es poseer, para otros es entregarse plenamente. Incluso para muchos, el amor es sólo una ficción.
Poco sabemos, en ocasiones, de esta experiencia única en la vida, de esta singularidad que nos caracteriza como humanos.
Pero podemos aprender qué es el amor. Y también perfeccionar nuestra natural capacidad para el amor.
Este aprendizaje no es cosa de simple técnica. Sino de consciencia sobre lo que sentimos en un tiempo siempre presente. Para aprender sobre el amor necesitamos saber si lo que sentimos es lo que queremos llamar amor. Para amar necesitamos saber y sentir. Con frecuencia se define el amor como un de los sentimientos fundamentales del ser humano, caracterizado por el apego a una persona, animal o cosa. Como sentimiento, viene acompañado de sensaciones y percepciones fundamentalmente de nuestro cuerpo y de nuestra interioridad.
Sentir el amor trae consigo una sensación de bienestar corporal, ocasionalmente acompañada de palpitaciones, aumento de la temperatura, variaciones en el ritmo de la respiración, dilatación de las pupilas, entre otras manifestaciones corporales. Sin embargo, tales fenómenos no definen plenamente el sentimiento de amar.
De la misma forma hay alteraciones en nuestra ideación. Pensamos con más frecuencia en el ser o en el objeto de nuestro amor, referimos gran parte de nuestras experiencia a la vivencia primordial de sentir amor, e incluso distorsionamos nuestras ideas, por el afecto que sentimos. Pero este conocimiento de los pensamientos asociados al amor tampoco definen plenamente el sentimiento al que nos referimos. El amor nos conduce a grandes y pequeñas obras. Algunas veces desemboca en actos heroicos o simplemente admirables. En otros momentos nos puede llevar a acciones de las que nos arrepentimos. El amor se transforma en acciones, aunque no es un acto particular.
Este sentimiento que llamamos amor es capaz de mover nuestro cuerpo, nuestros pensamientos y nuestro ambiente con su fuerza. Por ello, más que un simple padecer, el amor es una actitud que transforma nuestras vidas. Tiene de emoción, de pensamiento y de acción. Pero conserva inequívocamente su carácter de sentimiento.
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