Menudo tema, nada fácil. Más que tópico de discurso o discusión es una difícil realidad. En mis recorridos diarios por la ciudad, de un extremo a otro, en muchos tramos, veo el enorme agolpamiento de miles de viviendas que están en el límite de una vida posible y una existencia digna. Es solo un reflejo de la pobreza que vive entre ellas. No puedo juzgar a sus habitantes, la mayor parte trabajadores, expertos en el ejercicio de la supervivencia, del salir adelante ante toda dificultad. Esa tenacidad, ese espíritu de lucha insoslayable es meritorio. Pero tales virtudes pertenecen al individuo, la pobreza no es su productora.
No es sencillo explicar por qué viven allí, la circunstancia de cada quien, la historia personal que los llevó a ese sitio. Muchos se empinan por salir y lo logran, convirtiendo en transitorio su paso por esa prueba de fuego. Porque vivir en los barrios pobres es una exposición a múltiples riesgos y problemas, aunque haya valores que enaltezcan a muchos de sus habitantes. Vivir allí con una sonrisa es cosa de tenacidad, pero no para llevar ese modo de vida a los altares de la novela rosa.
El hecho de la existencia de la pobreza es un reto al ser pensante. Que se encuentra en cualquier sitio, tanto en lo alto del cerro como en la colina o en la calle. No pocos la conciben como algo inherente a la naturaleza humana, una especie de necesidad entre las diferencias individuales. Otros lo toman como un castigo, bien sea divino o sea humano, en este último caso debido a un sistema económico, político o social. Hay quienes creen que no corresponde a ninguna de estas afirmaciones sino que es el mero resultado, la consecuencia de una inconsciencia humana, de una inconsistencia entre el ser y el deber ser, de una injusticia. Se podrían enunciar muchas fórmulas que tratan de explicarla, como forma de encontrarle una manera de erradicarla, si es que eso propone el postulado de sus principios.
Para algunos es imposible una erradicación de la pobreza, ya que ella es una actitud humana. No obstante, olvidan que las actitudes pueden ser cambiadas mediante una adecuada educación, a menos que ya se convierta en una forma de existencia, aceptada plenamente, que no se quiera cambiar o que por desórdenes mentales no se pueda transformar del todo.
La solución del problema es sumamente compleja. Debe atacar los niveles educativos, incidiendo en los valores, de relaciones sociales, de la economía, de la política. Una armonización de todos estos elementos, junto a acciones decididas, permitiría vislumbrar alguna resolución inicial. La pobreza como problema es un reto que puede enfrentarse. Porque todos los días nos afrenta.
Pero como todo reto, comienza en la conciencia individual, aunque parezca que esta es poca cosa para cambiar nada. Pero de la conciencia se pasará a la disposición, a la fortaleza emocional y a la acción que genera cambios en nuestro entorno. Tal vez un cambio individual sea mínimo, pero es una gota en un mar que puede ser consciente de su debilidad y de su fortaleza como un todo.
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