Cada final de año vuelve a mi memoria el film de 1995, dirigido por Kathryn Bigelow, con guión de James Cameron, Strange Days (Días Extraños, en su traducción castellana) en el que se narran las jornadas finales de un 1999 totalmente alucinado pero en el que la reflexión sobre la memoria es fundamental, más allá de la acción y los efectos especiales.
Eso viene a colación porque siempre vivimos días extraños al finalizar cada año. Y fundamentalmente porque son propicios para el encuentro afectuoso y la reflexión abundante que en la cotidianidad del año se disuelve en la nada. Lástima que la abundancia para muchos sea de la de bebida y comida para olvidar y no para recordar.
En esta Lluvia de Hojas cae una reflexión inoportuna (permítaseme la paráfrasis) sobre el hombre, el caos, la naturaleza, la humanidad y la esperanza. Todo unido con cierto tono de optimismo.
Ello nos conduce también a traer un cuento de amor tenue. Un recuerdo aromático, casi. El final de año es como en Días Extraños, para ejercicio de La memoria, bien propia o cedida por otros. Para revivir recuerdos Y rehacer opciones de vida.
Porque el amor y la esperanza siempre se unen en las reflexiones de estas postrimerías de un ciclo anual y en los albores de otra oportunidad para el ser humano.
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