domingo, 27 de diciembre de 2009

Ante la inminencia de lo que viene



Los ciclos del año, con sus cambios estacionales, afectan el aspecto emocional del ser humano. Éste parece seguir una serie de costumbres, cuando no ritos, en esos momentos de transformación de la naturaleza. Es un eterno ciclo que sólo el mismo ser humano ha alterado. Si bien parecieran mínimas las consecuencias del bípedo con cerebro más desarrollado entre las especies (y a veces tan poco utilizado) las evidencias nos empiezan a decir lo contrario.

Quienes no crean en los cambios climáticos, están en todo su derecho a ejercer el libre pensamiento, o mejor, el libre no pensar. Porque la negación no nos salva de las consecuencias desastrosas de un mal obrar mantenido tal vez durante miles de años. El ser humano ha obrado en contra de la naturaleza con un rigor y una tenacidad tan sólo comparables a su ambición de poseer bienes materiales. Poseer la tierra es disfrutar de ella pero nunca abusar de ella. Y, desafortunadamente, allí está la gran confusión de quienes siguen pensando que la tierra les dará todo a cambio de nada.

Vamos a hablar como se hacía hace décadas. La tierra es generosa y nos provee de todo a todos. El esfuerzo humano por explotarla da sus frutos en bienestar y prosperidad. Bien, hasta aquí. Pero el uso de ese principio generó una desigualdad enorme. Una sobreexplotación inservible en último caso, unas consecuencias que se sufrirán en la alteración de las condiciones ambientales en las condiciones de vida, de existir sobre este planeta. Y ello nos alcanzará a todos.

Si tan sólo pagaran quienes tomaron las malas decisiones, tal vez habría justicia. Pero la justicia es un valor humano que hemos debido aplicar como grupo total sobre la tierra antes de iniciar acciones contra nuestro soporte en este mundo.

No es momento de quejas y lamentos. Es un momento de acciones. Claro, qué acción puedo hacer yo como individuo... Es mínima pero algo puedo hacer. Los beneficios de la multiplicación de esas acciones pequeñas, microscópicas casi, de cada ser humano sobre la tierra se verán en algún momento futuro. El actuar con conciencia de lo que estamos haciendo frenará la acción del caos que determina la destrucción de nuestra especie y de muchas otras especies.

Es tiempo de emotivos votos. De promesas para un próximo ciclo. Tanto fiscal como cósmico, de la tierra. Sería oportuno incluir entre esas promesas, tantas veces incumplidas, una en la que todos los días reflexionáramos y actuáramos en consecuencia. Todos los días serán los días de la tierra. Y un solo día, será el de la humanidad.

Este primero de enero de 2010, cuando iniciemos el día en plena oscuridad de la madrugada, con celebraciones, abrazos y profusión de emociones, apartemos un segundo para la tierra y pensemos durante todo el día que ese será el único Día de la Humanidad entera. Todavía vive la esperanza.


1 comentario:

Coordinadores Día de la Humanidad dijo...

Estimado José

Son tus palabras certeras, coincidimos con ellas.

Piblicaremos una liga a tu blog, a esta entrada.

Y eso, Feliz Día de la Humanidad!!!