lunes, 21 de noviembre de 2016

SOBRE EL SENDERO DE MONTAÑA


Matsuo Basho (1644 – 1694) es uno de los cuatro maestros del haikú, junto a Yosa Buson, Kobayashi Issa y Masaoka Shiki. Aunque el nombre de haikú se lo diese un tiempo después Issa, fue Basho quien convirtió esta expresión poética japonesa en el arte de captar un instante.
Antes de Basho había una larga tradición del poema corto, el haikai no renga, que el maestro practicó. Estos poemas cortos eran, por su estructura métrica, más parecidos al Tanka, como se llamaría posteriormente a los poemas de 31 sílabas, divididos en dos estrofas, una de 5+7+5 y otra de 7+7 sílabas (según la aproximación occidental).
De allí que al independizar la estructura de 5+7+5, llamada entonces hakku, como unidad, con su sentido completo, Basho haría un enorme aporte a esa forma poética.
Los haikús de Basho se caracterizan por una sencillez impresionante, como suele suceder en las grandes artes japonesas. Pensemos en el Ikebana, por ejemplo, el arreglo floral, que en la ligera asimetría y el despojamiento constituye una representación de lo natural en su dimensión más exacta; grandiosidad sin aparataje, resumen de la belleza real, atrayente con sus imperfecciones o por ellas.
Ya con Basho los haikús no tratan de temas que podrían tener variados contenidos racionalmente captados, sino que permiten la percepción o la captura del momento. La interioridad del poema salta por sobre la expresión de las palabras que lo conforman, para otorgarle un espíritu o saber propio, emparentado íntimamente con la concepción del conocimiento que enseña el budismo zen.
Por esta certeza de la búsqueda del ser, Basho es fundamentalmente un viajero que se admira con la naturaleza y le da al haikú la posibilidad de reconocerla desde la interioridad del poeta.
Esta manera de construir un haikú probablemente se pueda descifrar en la estructura del mismo: por la quietud que proporciona la ausencia de verbos, la combinación de sustantivos, la imagen descriptiva de la naturaleza y, por encima de todo, la inmediatez y la espontaneidad que hacen que el objeto poético aparezca de improviso en el texto. De esa manera, las palabras parecen dejar de significar para ser, por un instante, eso que significan. Este sería el gran logro de la poesía de Matsuo Basho.
José Gregorio Bello Porras
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