Matsuo Basho (1644 – 1694) es uno de los cuatro maestros del
haikú, junto a Yosa Buson, Kobayashi Issa y Masaoka Shiki. Aunque el nombre de haikú
se lo diese un tiempo después Issa, fue Basho quien convirtió esta expresión
poética japonesa en el arte de captar un instante.
Antes de Basho había una larga tradición del poema corto, el haikai no renga, que el maestro
practicó. Estos poemas cortos eran, por su estructura métrica, más parecidos al
Tanka, como se llamaría posteriormente a los poemas de 31 sílabas, divididos en
dos estrofas, una de 5+7+5 y otra de 7+7 sílabas (según la aproximación
occidental).
De allí que al independizar la estructura de 5+7+5, llamada entonces
hakku, como unidad, con su sentido completo, Basho haría un enorme aporte a esa
forma poética.
Los haikús de Basho se caracterizan por una sencillez impresionante,
como suele suceder en las grandes artes japonesas. Pensemos en el Ikebana, por
ejemplo, el arreglo floral, que en la ligera asimetría y el despojamiento
constituye una representación de lo natural en su dimensión más exacta;
grandiosidad sin aparataje, resumen de la belleza real, atrayente con sus
imperfecciones o por ellas.
Ya con Basho los haikús no tratan de temas que podrían tener variados
contenidos racionalmente captados, sino que permiten la percepción o la captura
del momento. La interioridad del poema salta por sobre la expresión de las
palabras que lo conforman, para otorgarle un espíritu o saber propio,
emparentado íntimamente con la concepción del conocimiento que enseña el
budismo zen.
Por esta certeza de la búsqueda del ser, Basho es fundamentalmente un
viajero que se admira con la naturaleza y le da al haikú la posibilidad de
reconocerla desde la interioridad del poeta.
Esta manera de construir un haikú probablemente se pueda descifrar en la
estructura del mismo: por la quietud que proporciona la ausencia de verbos, la
combinación de sustantivos, la imagen descriptiva de la naturaleza y, por
encima de todo, la inmediatez y la espontaneidad que hacen que el objeto
poético aparezca de improviso en el texto. De esa manera, las palabras parecen
dejar de significar para ser, por un instante, eso que significan. Este sería
el gran logro de la poesía de Matsuo Basho.
José Gregorio Bello Porras
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