domingo, 17 de enero de 2010

Abel y Caín



Abel era ligeramente mayor que el niño de la casa. Hijo de la señora de servicio, el niño lo veía con recelo, no por su extracción económica humilde sino por sus extrañas costumbres. Abel era masoquista. Gustaba que le pegaran, se burlaba de ello y hacía enardecer los ánimos del agresor hasta que la paliza se volvía lo suficientemente fuerte como para deleitarse en silencio. Por eso el niño de la casa evitaba jugar con él. Le parecía perverso y provocador. Y pensaba que eran una exageración teatral sus amanerados modos.


Abel tenía un hermano mayor, al que llamaban Caín por su inclinación al daño fraterno. También era desagradable. Su actitud desafiante y acomplejada le hacía rechazar a todos los otros niños. A su paso estos se apartaban. Tenía una señal en la frente. Una cicatriz que parecía una brotada arruga causada por su hermano en oscuras circunstancias.


Siempre cargaba una hojilla de afeitar oculta en el cinturón o las medias, para defenderse según decía. Pero sólo cortaba a su hermano con agrado y abundante sangre, con la que este último se untaba la cara, riéndose como si fuese un desesperado por la tortura de las cosquillas.


Abel y Caín amanecían en la casa como dos engendros ruidosos. Estaban atrasadísimos en el colegio y nunca se les veía estudiar. Sus cuadernos de a medio eran un desastre de grasa, sangre y otros fluidos, anotados con grafito grueso por la falta de sacapuntas.


En clase, la vez que el niño los vio asistir, sólo se dedicaban a mofarse de la maestra. Recibieron así castigos que satisfacían a ambos. Abel aguardaba la punición física y sólo la obtuvo de Caín, quien se molestó falsamente por la medida contra él, pagándola entonces con Abel, para deleite de ambos, como siempre.


Abel y Caín se perdieron con el tiempo. Algunas noticias hablaron de un fratricidio. Pero nunca se confirmó la súbita desaparición de ambos.


1 comentario:

Elizabeth dijo...

Magnífico relato...vaya con esos niños. Me reconforta su desaparición de la vida del niño de la casa, un ser encantador y de extraordinarios sentimientos...