domingo, 31 de octubre de 2010

La belleza como armonía



En cualquier situación donde se halle presente la cualidad de la belleza es característico encontrar un substrato armónico. Los elementos constitutivos del ente que se cataloga como bello guardan una proporción, domina un equilibrio entre sus partes.

Este equilibrio no debe entenderse estrictamente como una medida, sino como una posibilidad de crear un estado. La armonía está en relación con el ser humano. Y sólo en esta relación puede comprenderse extensamente.

La armonía que crea la belleza es reflejo de lo que ella logra producir en el fuero interno del individuo.

La belleza provoca un estado de excitación, mueve al sujeto que la percibe y hace que éste encuentre en esa percepción, en ese estado emocional, una correspondencia entre el objeto y el sujeto.

La armonía perfecta vendría a erigirse como la belleza ideal. Esta armonía perfecta, al igual que sus imágenes parciales dadas por las cosas, las entidades o los seres que logran establecerla temporalmente, no debe ser entendida como quietud o inmovilidad. Por el contrario, la idea de la armonía perfecta, y de la belleza perfecta, debe contener el movimiento perenne de admiración que despierta el objeto de belleza en el individuo.

La armonía, tanto como la belleza, son parte de una búsqueda interior. Cada individuo se ve atraído por la armonía perfecta que en sí contiene toda la belleza posible. Desea realizar este estado en sí mismo.

Mientras ese momento se construye, puede aprender de la belleza y de la armonía externa las claves que lo guiarán hacia el encuentro con su propia realidad.

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