Es extraño el comportamiento humano. Por más que uno quiera comprenderlo enteramente siempre tiene vericuetos por donde se escapa al entendimiento. La socialización tiene un cariz sumamente ambiguo. Obedece a ciertas normas muy bien descritas, incluso escritas pormenorizadamente, pero que a la vez se tienen como retos a ser burlados. Pareciera que la norma no fuese hecha sino para el otro y no para uno.
Vamos a una observación simple, antes de generalizar sobre ese problema de la normativa y su cumplimiento. Al relato de algunos hechos. En el Metro de Caracas, por ejemplo, hay una zona de asientos azules preferenciales. La norma reza que es para personas de la tercera edad, discapacitados y mujeres embarazadas. Aparte de ser una mínima cantidad de puestos en los vagones extremos, el hecho sería loable en cuanto a un señalamiento concreto de una conducta a seguir, de ceder los puestos a personas que los necesiten más que otras.
Pero los puestos azules entrañan una diaria discusión en los vagones donde existen. Una disputa permanente. Porque no siempre las discapacidades se notan a simple vista. Eso da pie a altercados e incluso peleas que tienen que dilucidar presurosos empleados de seguridad del sistema de transporte.
Más allá de que la norma fue creada para dar oportunidades y crear cierta conciencia, parece que se convierte en una estrecha forma de cumplimiento. En los otros vagones, salvo honrosas excepciones, es difícil que se le brinde un asiento a alguien con evidente necesidad. Algunos individuos son incluso capaces de indicarles a esas personas que deben ir a los vagones de asientos preferenciales. Las normas estrechan la conducta muchas veces.
En otras oportunidades pueden ensancharla. Pero siempre dependerá de la actitud de cada individuo. Quien cede su puesto en una zona no preferencial, lo hará porque tiene conciencia de la necesidad de esa otra persona o porque se coloca en el lugar del otro. Ese individuo no necesita que existan los puestos azules para ejercer lo que es un valor social.
Quien no está dispuesto a ceder su puesto porque dice que él pagó su boleto, por el contrario, no lo hará bajo ninguna circunstancia, sino por la fuerza, tal vez la fuerza de la opinión generalizada. Pero sólo en algunos casos. A veces sólo por la fuerza pública.
Las normas en numerosos casos solo se cumplen bajo presión del colectivo o de la autoridad y en pocos casos por conciencia del individuo. Llegar a esa conciencia es lo importante para sobrevivir y desarrollarse en sociedad.
Si creáramos un tren de puros asientos azules, ¿qué pasaría? Sería interesante verlo, pues nos diría que todos los asientos son preferenciales, son para quien los necesita realmente. Y nos diría, lo que es más importante, que está en la voluntad de cada quien hacer de la norma una conciencia social viva.
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