domingo, 29 de agosto de 2010

Fantasma extraviado 5



El fantasma esa noche soñó. Soñó que era una persona normal, viva, de carne y hueso y no de estas oquedades y transluminiscencias fosforescentes, como solía designar su aspecto al verse en espejos imaginarios.

Soñó que caminaba por una concurrida calle de la ciudad, bien trajeado, erguido y no con el peso de la muerte encima, feliz de respirar de nuevo. Se sintió bien, contento. Aspiró su propio aroma, de agua de colonia fresca y también el smog y los efluvios de la gente en una gama de múltiples percepciones olfativas, como nunca antes recordaba en su etapa fantasmal. Vio en el brillo de la mañana los cúmulos de nubes radiantes y gordas y recordó su niñez en la que imaginaba formas en esos fulgores de vapor.

Saludaba a todo el que se encontraba, con gran amabilidad, escuchando su propia voz de fuente nueva y no aquel eco sordo de oscuridades en lo que se había convertido su gemido simbólico que alguna vez fue lenguaje. No le importaba que la respuesta fuese el silencio, la extrañeza o el gesto ácido del ciudadano amargado por la rutina.

No quería salir de allí, detallando formas, saboreando sazones en comidas callejeras y en restaurantes de gran clase, tocando las paredes, los vehículos, los perros callejeros. Degustaba el roce de quien se le atravesaba, mirando los ojos de bellas mujeres para adivinar en ellos sus cuitas, alegrías y esperanzas. Acariciaba las cabezas de los niños en el parque y se miraba sus propias manos gozosas ante aquella oportunidad.

Así llegó a la noche y la apreció en toda su belleza de luces que paulatinamente se encendían con cansancio, con premura, con tranquilidad. Millones de focos en el firmamento y en la ciudad. Luces de colores y aromas de la nocturnidad lo invadieron cuando llegó a lo que creyó su casa.

Allí su mujer le acompañó en una charla sobre el día, sobre las cotidianidades, sobre el mañana. La tristeza le invadió.

Se acostó e hizo el amor con su mujer sintiendo las plenitudes que el tiempo había borrado. Y en el filo entre la felicidad y la melancolía quedó dormido.

El fantasma esa noche soñó.


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