José Gregorio Bello Porras
A lo mejor usted es de aquellos quienes se esfuerzan con una pequeña cámara de video en lograr algo gracioso. Y sí. Una buena intención como esa siempre causa gracia. Pero, seguramente, su objetivo era hacer vibrar a los espectadores con su ingenio, llevándolos a la risa y a las lágrimas. Pero no. Indefectiblemente, usted siempre logra lo segundo. Y apenas en su propia persona.
Si usted es de los que sueñan con obtener, por casualidad, un fruto digno de concurso televisivo, o quiere sorprender con la improvisación, lo logrará. Seguro. Pero sufrirá mucho su autoestima. Con el poder de la casualidad usted únicamente podrá detener frente al monitor a media docena de estupefactos y somnolientos parientes, demás deudos y amigos incondicionales. Y eso si le tienen cariño y no les advirtió con tiempo de la función cinematográfica que les daría.
Pero no se deprima. Ha llegado el momento de ahorrar en tiempo, esfuerzos y vergüenzas ajenas. Llegó el momento del éxito. ¿Cómo apropiarse de él? Pues, domesticando los videos salvajes con el sabio uso del látigo del guión.
El candor y la espontaneidad ganan magnificencia y esplendor con un buen guión. No hay como la planificación para que las cosas luzcan improvisadas. Así que comience a redactar su idea. Sí. Redacte su idea. No, no es posible que usted no tenga alguna. Anímese. Para un video doméstico cualquier tema sirve. Lo que tiene que hacer es desarrollarlo convenientemente. Pero no mucho. Deténgase cuando su escrito vaya tomando el extraño rumbo de las obras de Kant o los razonamientos dialógicos de los existencialistas. Lo mejor para el formato expresivo que nos ocupa es la sencillez de lo doméstico, con Wittgenstein, sus similares y conexos bastaría, aunque se pueden permitir también la presencia de animales salvajes.
No obstante, para su tranquilidad intelectual, es conveniente saber que en los videos domésticos hay un tema universal y único, un tema que no falla: la caída. Tópico profundo, según el filósofo tratante, el médico y las dimensiones del agujero. Hay caídas fenomenales. Pero éstas no se improvisan.
El grabar una buena caída lleva algún tiempo de preparación. La caída de algún gobernante, por ejemplo. Es muy difícil convencerlo de que caiga con cierta gracia. Además los gobernantes no son muy domésticos. Es mejor elegir a un familiar. En estos menesteres la suegra siempre resulta predilecta para el yerno. Si no se entera ella ni la cónyuge de usted. O viceversa.
Prepare, pues, la caída y a su protagonista. El aceite y el agua jabonosa son poderosos asistentes de producción. Y no revelar sus intenciones poéticas es indispensable para el logro de la espontaneidad estudiada. Si decide ser usted el personaje figurante, asegúrese de controlar las condiciones de la caída. Una póliza amplia es lo mejor.
Los niños resultan también actores muy eficaces. Sus accidentes poseen un poder de jocosidad que lleva hasta las lágrimas. Generalmente a los vulnerados y a sus padres cuando pagan las cuentas médicas. Por ello los hijos ajenos son excelentes para los revolcones aparatosos y el enfrentamiento con alimañas. En ellos, además, queda siempre bien la sencillez de cualquier agresión controlada.
Por último, es conveniente recalcar que usted debe ser absolutamente precavido en todo el proceso de preparación de su video, tal como hacen los grandes productores cinematográficos o televisivos. La divulgación anticipada de lo que ellos planifican o lo que están realizando puede llevarlos a una catástrofe económica. También a usted. Los procesos judiciales y los pagos de cárceles son extremadamente caros. Y aunque los jueces se rían, de vez en cuando, pueden condenar por intento de homicidio a alguien que alega que tan sólo quería grabar un buen video doméstico.
No le creerán. Porque para infortunio del género, se llaman videos domésticos sólo a esas largas calamidades con caras familiares, que demuestran un excelente gusto por los detalles intrascendentes, el olvido y los desenfoques en cámaras que se tenían, hasta entonces, como totalmente automáticas.
Pero aún hay salvación, si usted tiene que conformarse con esos engendros domésticos. Conviértalos en videos conceptuales de naturaleza salvaje. Disfrácelos, con un buen discurso, de minimalistas, impresionistas o neorrealista. Aunque con ello no detenga los bostezos y las huidas de sus espectadores naturales y de otros raptados a la felicidad.
Del libro inédito: Consejos Inútiles
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