José Gregorio Bello Porras
Nuevamente acudo a la imagen para expresar lo que la palabra no puede. O tal vez sí. Pero exige un esfuerzo que hoy no estoy dispuesto a dar. No por, usted, querido lector, sino por mí, humilde mortal hecho trizas por la cotidianidad más simple.
Con el título delato los reflejos de una realidad parecida a la anteriormente expresada en estos espacios, mas solo en apariencia distinta. Continúo la idea de la vía como camino de conocimiento. De la realidad. Y de la interpretación de este concepto.
Ahora ocurro a los contrastes para mostrar que todo es igual a pesar de las apariencias. De un lado a otro de la ciudad se encuentran similares avisos de nuestro espectacular caos.
El hombre o la mujer de a pie se topa con el sedente o con la máquina de transporte. El templo puede ser elevado al azar o a un credo manifestado vía satélite. La casa se compara con la casa. Pero hay diferencias. El detalle con el detalle. Y todo sufre el efecto de lo pasajero. Ser un reflejo distante, una coloreada imagen de un fragmento de la realidad.
Para ser conscientes estamos. Para ello la imagen delata o encubre. Tú pones el resto, el ojo intérprete, el ojo que todo lo ve o todo lo absuelve.
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