Foto: J. G. Bello
Porras
Nadie conoce esta menuda Rosa.
Quizá una peregrina fuera,
si no la hubiera alzado yo del camino
para traértela.
Sólo una abeja notaría su falta,
sólo una mariposa
que viene de muy lejos
a posarse en su seno.
Sólo preguntará por ella un pájaro,
sólo sollozará una brisa.
¡Qué sencillo, pequeña rosa,
es para ti morir!
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