domingo, 9 de mayo de 2010

La felicidad, compartir y crecer interiormente


Cada vez que doy algo bueno de mi mismo a los demás me siento mejor. Cada vez que comparto, aunque sea una palabra o una mirada de aliento a quien está a mi alrededor, me siento mejor. Cada vez que tengo un pensamiento o un deseo de bienestar hacia los demás, el bienestar y la felicidad se acrecientan en mí.

Comparto con los demás y la felicidad se hace presente. Soy inmensamente rico en posibilidades de hacer el bien. Cuando lo hago, mi felicidad se acrecienta. Tanto si veo la alegría de los demás, como si esta se oculta en las apariencias. Tanto si veo el agradecimiento de los demás, como si no me lo expresan. Para mí es suficiente compartir la riqueza interna que poseo para acrecentar mi felicidad.

Cuando doy, lo hago en silencio. Para que mi propia alma sea la única que experimente el gozo de dar. Cuando publico mis buenas acciones tan sólo estoy haciendo una campaña para obtener el reconocimiento externo. Pero el mejor logro, es esa sensación de haber hecho lo que debía hacer.

La felicidad que experimento es mi propia ganancia. Ella me permitirá seguir dándola a los demás y acrecentando mi riqueza interna.

Si mantengo una actitud de felicidad en la vida, estaré más cerca de avanzar en ella y comprender su significado. Mantener una actitud de felicidad es saber que puedo contar con la posibilidad de ver otro día, cuando los hechos parecen no favorecerme. Si mantengo una actitud de felicidad, los obstáculos serán una transitoria parada para recobrar fuerzas y seguir adelante.

Aprendo a ser feliz no sólo en las circunstancias agradables, sino también en aquellas que parecen crueles. Porque sé que de alguna manera están dispuestas para que yo crezca. Y yo estoy decidido a crecer en felicidad.

Si la felicidad procede de mi ser interior, nunca me abandonará. Si pongo la felicidad en las cosas materiales, en las circunstancias de la vida, en lo que controlan otras personas, estaré siempre dependiendo de esas circunstancias externas.

Pero dependo de mí mismo, de ese ser interior que es mi verdadero yo. Y allí reside la felicidad auténtica, la que me enseña que toda dificultad es una prueba a ser superada, que todo obstáculo en la vía está dispuesto para que yo lo supere.

Cada vez que me doy cuenta de que puedo asimilar lo bueno, y lo que no parece tan bueno, para mi provecho, me siento feliz de disponer de esas posibilidades para ser mejor. Sé, entonces que el aprendizaje de la felicidad es crecimiento interior.

1 comentario:

Elizabeth dijo...

Gracias por esta hermosa reflexión sobre la felicidad, tan llena de optimísmo y sabiduría....llevándonos a conocernos a nosotros mismos y a buscar en nuestro interior el camino que nos llevará a ella....