Extensa pradera
virgen
apuntada por un rayo
luminoso
plana aun
se reduce
a un rectángulo
atrapado
entre páginas
de un libro.
Edificios grises
abiertos a la soledad
se empañan
con sombras indefinidas
de quienes no permanecieron.
Larga,
igual a su vestido,
sin preocuparse
del paso
dado
o del siguiente,
baja
estática
una escalera
desaparecida
como ella.
Bailan
tango,
ven
la cámara.
Intentarán
para siempre
movimientos
imposibles.
A pesar del tiempo
lo retrata bien
la mano en el pecho.
Toca una ausencia.
No guarda corazón.
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