domingo, 23 de enero de 2011

En contra de la brevedad



Tras la brevedad viene la pausa. Tanto laconismo puede extenuar al lector que espera que las palabras lo arrullen para dormir con el canto coral de enormes volúmenes que sobrepasen los mil folios y el ancho de sus almohadas. Libros mullidos. De lomo suave y contenido de plumas de ganso. Escritos con plumas de ganso, leídos con voz de arroyuelo cantarín o disfónico río, da igual. Puede incluso escucharse como bolero de Carmen Delia Depini, gloriosa musa de la cotidiana calle décadas atrás.

Las palabras siempre han sido un masaje. Las palabras dichas con esa intención. Las expresadas con el grito desalentador o tenebroso, las amenazantes o destempladas constituyen todo lo contrario a cualquier esperanza de sosiego. Las palabras son un rio donde nadamos a gusto mientras no haya crecida emocional.

La abundancia no es crecida. Los monumentales ríos se ven tan pacíficos con sus caudales formidables. Las múltiples palabras juegan el mismo rol. Hacen ver ese paso verboso como un reto a de nado para lectores avezados. Alguien siempre aspira a leer un libro en la vida. y cuando se adquiere el hábito devorador de páginas cualquier cosa, el grueso del libro es fundamental.

Cuánto nos gustaría un libro que no acabase nunca, un libro río que nos fuese llevando al mar de las palabras para perdernos en el e ir a otros mundos. Algunos creen que la brevedad nunca puede lograr eso.

Pero la brevedad también tal vez lo logre. Este es un camuflado ejemplo. Ya todo está dicho.

3 comentarios:

legamos dijo...

Buena matáfora, el libro como río, como la vida. ¿Recuerdas a Jorge Manrique?, porque Borges y Macedonio tenían otras intenciones con el libro innumerable o de museo que también es válido. Pero esto del río me agrada porque un verdadero libro, incluso los más sencillos o ingenuos tienen su cauce, como de Heráclito es el devenir... Saludos, poeta

José Gregorio Bello Porras dijo...

Valiosa reflexión, estimado poeta, le aporta profundidad al texto. Gracias por su aguda lectura. Un abrazo.

Anónimo dijo...

"Cuánto nos gustaría un libro que no acabase nunca..."

Es un sueño para la vida misma... ojalá fuera posible.
Un placer leerte.
Saludos.