jueves, 10 de agosto de 2017

CAPERUCITA ROJA


Este pequeño volumen contiene las dos versiones clásicas del más conocido de los cuentos de hadas: “Caperucita Roja”.
En primer lugar, la de Charles Perrault, hecha en 1697; en segundo, la de los hermanos Grimm, realizada ciento quince años después, en 1812.
Lo hacemos para que nuestros lectores vean las semejanzas y diferencias entre una y otra y para que observen también cuan manipuladas son las ediciones que de estos cuentos se hacen comercialmente para los niños.
La de Perrault estaba más apegada al cuento que entonces se transmitía oralmente en Francia, en reuniones nocturnas familiares, una vez que los niños habían ido a dormir.
Dicha versión estaba dirigida, principalmente, a las adolescentes entradas en la pubertad, a quienes se pretendía alertar sobre los riesgos de hallarse a solas con un depredador sexual. Le hemos dejado la moraleja que se exponía al final, para mostrarla tal como se presentaba hace más de tres siglos.
La de los Grimm, recogida entre el pueblo alemán, no era tan directa. Su propósito era el mismo que entre los franceses, pero el roce al pasar de una voz a otra edulcoró el relato e incluso lo dotó de un final feliz.
Aunque en principio Jacob y Wilhelm recopilaron los cuentos populares de su nación y su tiempo con fines filológicos, no tardaron en comprender que al pasar de la oralidad a la escritura llegarían a un público culto, y terminaron de despojar a su Caperucita de los elementos eróticos que había en su trama.
Hay que entender que ni este cuento, ni los de Cenicienta, la Bella Durmiente o Blancanieves fueron hechos para niños y que las versiones que presentamos probablemente distan bastante de las originales, elaboradas siglos antes de ser convertidas en obras literarias.
También que Caperucita no mostraba a una niña, sino a una adolescente, probablemente, entre trece y catorce años, edad en la que entonces la mayoría de las niñas de clases bajas ya eran madres, y las de estratos sociales medios estaban prometidas y, muchas veces, casadas.
A. J. S.
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