domingo, 3 de octubre de 2010

Tres poemas con alguna esperanza



Vuelvo al tiempo

de las soledades postreras

de donde no creía salir.

Todo sigue en el mismo sitio,

el aposento que dejé vacío

el polvo lo cubre ahora

con su paso de tenue huella.


Vuelvo al exilio solitario de las esperanzas

allí están los mismos muebles

torvos amigos de la tiniebla:

el sarcófago

el ángel que llora postrado arrastrando sus alas exánimes

la oscura silueta de mujer envuelta en géneros, brocados y velos

que dejan escapar sus lágrimas pétreas en silencio.

Todo es olor a polvo, moho y lejana cercanía de la muerte


Había emergido presuroso de allí

tiempo atrás

con el deseo de encontrar el sol.


Ella me descubrió paseando despreocupado por un jardín de palabras

y nunca más puede soltarme de su mano.

Caminamos el mundo entero en una sola alegría

hasta que el miedo nos separó

con su cuchillo de doble filo.


Ella se quedó con mi corazón

Y ahora vivo con esta oscura caverna

dentro de mí.

Con este espacio vano.

Con esta risa huera, llena de ecos, que me acompaña,

burla que me perseguirá por el resto de mis días contados,

recordándome que la imposibilidad está sólo en no atreverse.


Le respondo a la sombra que me arriesgué –se ríe.

Que osé desafiar el destino que me indicaba la felicidad

con sus dedos de esqueleto –se ríe–

y me retaba a pasar esa raya falsamente impenetrable,

esa distancia entre mi deseo y la acción.


Pero no fue suficiente.

Esperé un milagro

entonces.

Y aquí

estoy

a

las

puertas

de

la

nada.

De Instantáneos


Bajar hasta las profundidades

del infierno

es fácil.


Sólo dejarse caer

por sus empinadas escaleras

circulares

dando curvas precisas

en cada vuelta de campana,

pregonera de un fondo

que nunca llega.


El regreso

Ese sí es arduo.

Salir del foso

con las piernas rotas,

sin alas,

es cosa seria

que hace pensar

en lo inconveniente de esa caída,

en la imposibilidad de la tarea,

en el ascenso

como única forma

de redención

casi negada

hasta por la esperanza.

De En el inicio de la vida


Miro las hojas que fui dejando en el camino

para no perderme de regreso

a sabiendas que nadie las comería


Algunas palabras han envejecido

sobre sus amarillentas superficies

Tanto

que en el otoño mental

se confunden con el paisaje

y se visten de tierra

con la esperanza de renacer

en otras palabras vivas aún.

De El paso de la serpiente

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