domingo, 4 de julio de 2010

Agudizar la percepción



Sitúate en todo momento en el aquí y en el ahora. Como si esta fuera tu vida entera y este el único lugar que posees. Todo tu pasado se resume en este ahora, todo tu futuro comienza ya y sólo en este sitio puedes estar en este preciso momento. Vive este presente como toda tu vida. Capta de él todo lo que sabes.

Enfoca tu visión en lo que ahora ves. Prueba a distinguir los detalles que se te pasarían por alto si estuvieras preocupado por otra cosa que no fuera esto que ahora miras con atención.

Observa todo como un niño que descubre gozosamente y sin juzgar todo lo que te rodea. Experimenta ese gozo de mirar, sin otro propósito que el de investigar los detalles del todo en el que estás sumergido.

Escucha con curiosidad los ruidos y los sonidos cercanos y lejanos. Distínguelos. Aprecia los detalles de intensidad, de tono, de volumen y presta atención a la sensación que producen en ti en este momento.

Escucha a quien te habla con solicitud. Sin intentar agregar nada a sus palabras, sin que tu juicio interrumpa su discurso. Escucha su voz, tratando de penetrar en ese otro ser que la emite, sin otra pretensión que comprender el significado de sus palabras. Discierne su tono de voz, la textura de la misma, su ritmo, su melodía.

Escucha el silencio que permanece más allá del ruido de las cosas y las personas. Entra en sosiego un instante. Que tus palabras y tu discurso mental no interrumpan esa singular experiencia.

Siente el calor de tu cuerpo y distínguelo de la temperatura externa. Acepta con agrado cada una de esas sensaciones.

Aprende de nuevo a tocar las cosas y a las personas. Percíbelas y observa lo que experimentas al diferenciar sus texturas, su temperatura, su forma material palpada por tus manos.

Dedica un tiempo a distinguir los aromas y los olores de la naturaleza y de tu entorno. Experimenta lo que percibes en esa sensación aromática. Trata de distinguir sus componentes y sentir lo que ese todo produce en ti. Qué te recuerda, a qué lo asocias.

Saborea cada bocado de alimento o sorbo de bebida que lleves a tu boca. Es más que un material inerte, es una vibración que te toca de cerca. Distingue el gusto de cada cosa, tal vez empezando por los sabores elementales, hasta que puedas apreciarlos como los componentes de las más complicadas combinaciones. Advierte lo que ese sabor produce en ti.

Experimenta tu cuerpo ahora. Cobra conciencia de él. Forma parte de un todo, pero es tu cuerpo. También tú eres tu cuerpo.

Si eres capaz de experimentar con constancia estos elementales puntos, agudizarás tu percepción y con ella penetrarás en el camino de la observación más profunda de todos los detalles de la vida. Porque todo esto ahora es parte de tu vida.


1 comentario:

Elizabeth dijo...

Si en éste camino de la vida nos detuviéramos aunque sea un momento a pecibir todas estas riquezas que nos ofrece la naturaleza, la vida misma, seríamos mejores personas , nos sentiríamos más satisfechos con nosotros mismos y seríamos más felices. Pero lamentablemente vivimos en una constante carrera contra el tiempo que nos ciega y nos aleja de toda esta maravilla.