domingo, 28 de noviembre de 2010

Entre la literatura y la vida, una extraña caminata



La Lluvia de Hojas de hoy de desgrana en materiales diversos. No es tan copiosa como la que nos inunda en ciudades y campos, en esta u otras épocas, pero si concentra varios aspectos del transitar de quien escribe, a lo largo del camino literario.

En una primera reflexión se expone al lector que la literatura es una vía de realización. Al menos eso busca ser. ¿Resolverá algo en la vida del escritor? A veces los ejemplos son adversos a esta aseveración si tomamos como patrón el éxito económico o aún la fama en vida. Incluso, habría que preguntarse cuántos escritores no yacen olvidados en tumbas y en mausoleos de libros, como son algunas bibliotecas. Pero quien se dedica a escribir conoce la pasión de la palabra que le da sentido a la existencia.

Un texto narrativo le sigue. Extraño relato que cumple treinta años. Y hace de nuevo su recorrido absurdo por el territorio de la imaginación. El lector juzgará.

Tres poemas, como siempre, en búsqueda de la esencialidad, de la vida, del amor, de la soledad y el silencio, cierran la Lluvia de hoy.

Que le sea agradable y, si es posible, de provecho al lector.

La Literatura como vía de realización personal – I Parte



Todo acto creativo pretende, en algún modo, permitirle al creador trascender en el tiempo, estar presente en el futuro cuando sólo sea pasado. Todo acto creativo busca justificar nuestra estancia en la tierra, tratando de comprender la vida, encontrarle sentido y hacer con ella algo que valga el esfuerzo.

El ejercicio de la escritura, en algún momento, cuando se revela a otros ojos u otro entendimiento, ajenos a los del autor, se convierte en literatura. Sin embargo, la finalidad de ese ejercicio es la de constituirse en una vía para lograr que nuestra voz adquiera eco y dure, abarcando tiempos y espacios de los que no disponemos en la cotidianidad más rutinaria. Y no simplemente la de ser una consagración de biblioteca, un alimento de polillas, un espécimen en la arqueología de la crítica.

Escribir es, entonces, una forma de buscar y de encontrarle sentido a la vida. Una búsqueda y un hallazgo, porque la escritura, aunque sea evasiva para el lector nunca dejará de ser un ejercicio de reflexión para el escritor. Y en este sentido es oportunidad de creación, de encuentro con uno mismo, de comprensión de nuestro medio y de realización como persona.

Antes de continuar, debo aclarar algo. Este intento explicativo de lo que suelo hacer y de lo que ha sido mi camino, tal vez pueda encontrar resonancia en oídos ajenos. Tal vez pueda servir para que alguien se vea reflejado o se sienta partícipe de mi experiencia. Pero mientras tanto será tan sólo mi vivencia, expuesta ante ustedes a riesgo de todo. Nada más pretende.

Hablar de este tema inevitablemente me exige exponer algo de mi propia experiencia en el ejercicio de la escritura. Tal vez describa sólo lo que ha sido y es mi acercamiento al acto de escribir, a lo que fue aquel primer temprano deslumbramiento, cuando me di cuenta que podía transformar mis solitarias ideas en palabras coherentes, en relatos tales como los que leía en historietas, primero, en libros de aventura, después y en páginas de autoayuda, al final de mi infancia, cuando aún el término no había eclosionado y tan solo era la exposición de unos consejos infalibles para resolver toda clase de problemas.

De la lectura surgió la escritura, la percepción del poder de la escritura, el goce del escribir y leer algo que primero existió en mi pensamiento que en los sentidos ajenos. Según creía.

Este descubrimiento de las primeras letras y palabras dispuestas en un papel, con mucho rebuscamiento, en ese entonces, con altas dosis de grandilocuencia, probando los trajes de muchos narradores hasta quedarme con mi propio ropaje y desnudez, fue el inicio de un impulso, de un gusto que se transformó en necesidad. La necesidad de comunicarme se hizo papel. El verbo se hizo papel y tinta y vivió en mí. Al menos hasta que llegó el ordenador y la Internet.

Escribir es, pues, en primer término, una necesidad, casi fisiológica, expresión de sentirme vivo. De manifestar la potencia de pensar, de hilar de manera inteligible algunas frases. De exponer algunas fantasías como si tuviesen vida propia.

Las necesidades casi fisiológicas se manifiestan, muchas veces, con urgencia. Urgencia de decir, de hacer, de exponer, de reiterar y de retirar lo que se convirtió en el error del ensayo.

Escribir, luego fue, es y será, también, una manera de manifestar los sentimientos y emociones del descubrimiento del mundo. Y de documentar ese descubrimiento. La escritura es la máxima fantasía de la manifestación de sentimientos. Tanto, que seguramente creímos que de otra manera no se podrían expresar. Hoy me doy cuenta que tal vez no era manifestación de sentimiento y emociones sino, simplemente, creación de estímulos para la aparición de sentimientos y emociones. Mi mundo y el mundo de la otra persona se confunden para diferenciarse eficazmente.

Huellas en el lienzo



Empezó a subir por la pared sin dar tiempo al asombro de los sentados en el sillón que sostenía la pared opuesta.

La señora gorda de la esquina izquierda sólo se percató de la situación y del peligro que representaba ésta cuando una gran huella de rotura se apreció en el magnífico lienzo 3 x 5: Pastores Ninfas y Musas.

Ahogó sus gritos, previos al desmayo, en una copa de Oporto servida sin premeditación y torciendo los ojos se reclinó sin despeinarse en la cabecera aterciopelada del sillón.

El señor alto y flaco de paraguas y sombrero negro, dejados en la antesala, se lamentó no traer consigo sus utensilios, sin aclarar detalles sobre el posible uso de éstos en esa circunstancia: sombrerazo, paraguazo, saludo, paracaídas o despedida.

El caminante tosió y arrugó la cara, desentendiéndose del asunto, seguramente enojoso y caminó todo el techo, viendo desde allí, el movimiento de las tablas de su inverso piso al crujir y admirando los cortinajes, alfombras, tapices y cuadros del salón, con la excepción del que pisó que nunca había considerado adecuado al sitio ni a las circunstancias de los que se acostumbran reunir en él.

Con paciencia observó los labrados del techo y dobló por una esquina para continuar yendo hasta el sillón y sentarse, sin pisarlo, entre los dos señores que lo recibieron con disgusto.

De Un largo olor a muerto (1980)

Tres poemas esenciales



Atravesaré

los mantos más espesos

de niebla sofocante

o de liviana blancura

enceguecedora.


Me plantaré como un árbol

espantando las aves adversas

del tiempo embravecido,

agitando mis ramas

secas

o frondosas

por la estación.


Caminaré a grandes trancos

con mis raíces expuestas,

libres de dudas terrosas,

para llegar transmutado

en la persona que soy

hasta el sitio

y el momento

de nuestro encuentro.

De Extensa Brevedad



El silencio de los riscos

en la penumbra poniente

es una divinidad de alas desplegadas.

El susurro de dioses

se pasea entre peñascos calvos

con sombreros de nieve

de donde se desprenden semillas

de invisibles plantas.


No hay sitio más lejano

al hombre

que estos páramos

de su corazón vacío.


La brisa fría

es aliento

de quienes hablan

el lenguaje

del viento

del aire congelado

y de lo nunca visto.


Abajo la selva

se nutre

de este pensamiento solitario.

De Instantáneos



Si me pregunto

qué es la vida

siempre me asombro

y mi faz se torna pensativa.


Un dejo de luz

oculta

entre tinieblas

cualquier respuesta sensata


Acaso la vida

no tiene contestaciones

sino sólo preguntas

para que el viajero

se entretenga con ellas

en la larga soledad de su camino

De En el inicio de la vida